Hoteles con historia (III)

El Museo d’Orsay tiene un gemelo en España: fue un antiguo cuartel general nazi y hoy se puede dormir en él por 200 euros

La estación de Canfranc ha tenido mil vidas entre abandono y abandono. Hace unos años recuperó su esplendor: se transformó en un hotel de lujo y recuperó su actividad como apeadero de Media Distancia

La estación de Canfranc tiene 241 metros de largo.

La estación de Canfranc tiene 241 metros de largo. / Barceló

El edificio es enorme y recuerda mucho al Museo d’Orsay de París. En la pinacoteca de la ciudad de la ribera del Sena descansan obras de Pierre-Auguste Renoir, Edgar Degas o Paul Cézanne, pero bajo el tejado de pizarra de la estación de Canfranc habitan historias como para escribir varios libros. La mayoría transita en esa fina línea entre la realidad y la leyenda. Esta magnética construcción no tuvo ni un día de descanso en la Segunda Guerra Mundial: allí se reunieron dirigentes nazis, pero también planificaron sus movimientos miembros de La Resistencia y se escondieron judíos que intentaban huir de su inexorable destino. Este apeadero, estratégico por su proximidad a Francia, fue un auténtico hervidero en los días más oscuros del continente para después pasar décadas en el ostracismo absoluto. Las dos caras de una misma moneda. Hace apenas un lustro recuperó su esplendor y hoy es un hotel de gran lujo.

Esta historia empieza en 1908 con la construcción del túnel de Somport, el que sería el tercer punto de unión entre la Península Ibérica y territorio galo. Las obras finalizaron en 1912 y cuatro años más tarde se puso la primera piedra de la futura estación, la misma que inauguró Alfonso XIII en 1928. Tiene 241 metros de largo, 150 puertas y 350 ventanas. Su majestuosidad es incontestable y su relevancia histórica, también.

Su localización táctica entre España y Francia resultó más que interesante para los dirigentes nazis cuando ya se habían hecho con el control parcial del país vecino. Resucitaron una infraestructura abandonada tras la Guerra Civil y la convirtieron en uno de sus tantos cuarteles general. Por aquel entonces se creían invencibles. Por la estación de Canfranc pasaron vagones repletos de oro robado a los judíos, obras de arte sustraídas a sus legítimos dueños… incluso judíos escondidos en recovecos minúsculos que veían en esas ruidosas locomotoras su única oportunidad de escapar del régimen de terror. Ese trasiego frenético hizo que muchos espías se dejasen caer por este municipio pirenaico. Una parte del futuro de Europa se decidió en este remoto enclave de Aragón.

En este punto sobresale un nombre: Albert Le Lay, jefe de la aduana francesa y, en secreto, miembro de La Resistencia. Ahora se sabe que fue la tabla de salvación de muchos judíos franceses, cuya única esperanza estaba al otro lado de los Pirineos. En concreto, en falsos compartimentos (incluso en los bajos) improvisados en los trenes que transportaban hierro y wolframio hacia Alemania. Estos materiales, vitales en el transcurso de la guerra, se empleaban para surtir de munición a la Wehrmacht. Él mismo tuvo que acabar huyendo hacia Madrid tras saber que se había vuelto objetivo prioritario para la Gestapo.

Tras la caída del nazismo, la actividad de la estación fue decayendo, tanto que en la década de los 70 las autoridades se desentendieron y la maleza, la mugre y la nieve hicieron mella en sus muros. Permaneció así durante décadas, pero resurgió, como un gigante dormido. Tras una reforma integral, actualmente vuelve a funcionar como estación de Media Distancia para la línea que conecta la localidad oscense con Zaragoza.

Único en Aragón

Ahora, por los recovecos que maniobró Le Lay en su particular lucha contra la tiranía de Hitler se distribuyen 104 habitaciones además de un comedor, una biblioteca, un spa y un gimnasio. De media, se puede encontrar dormir en una habitación estándar por 200 euros, aunque los precios varían según la temporada. En invierno, en tiempos de esquí, la demanda registra un pico. Para desayunar hay que abonar otros 25 por huésped. Otro de sus principales atractivos es su restaurante, Canfranc Express, galardonado con una Estrella Michelin, y cuya decoración, recreando vagones de trenes antiguos, no podría ser más acode.

El estilo art-decó está presente en cada detalle, así como los tejados de pizarra, las buhardillas y una gran cúpula central que deja clara su categoría. Todo ello forma una experiencia especial en el que es, además, el único alojamiento con la distinción cinco estrellas gran lujo de Aragón. Por cierto, su nombre oficial es Canfranc Estación: A Royal Hideaway Hotel.

Su mística no han pasado desapercibida para el séptimo arte. No son pocas las películas en las que es posible reconocer este ejemplo de arquitectura industrial, descomunal ('En brazos de la mujer madura', 'Aprieta el gatillo', 'Passage des Pyrénées'…). Durante un tiempo circuló el rumor de que incluso David Lean la eligió para rodar alguno de los exteriores de 'Doctor Zhivago', aunque solo se sabe a ciencia cierta que su equipo pasó por Madrid, Salamanca y Soria. Además, ha sido escenario de uno de los anuncios más icónicos de la Navidad en España: el de la Lotería, en el año 2000.

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