Maltrato

"Yo no te cuido": aumentan los hijos maltratados en la infancia que rechazan ocuparse de su padre en la vejez

El cambio de roles sociales y la mayor conciencia contra la violencia de género y los derechos de la infancia provocan un incremento de las personas que rehúsan responsabilizarse de progenitores dependientes

Imagen ilustrativa en una Residencia de ancianos Centro Geriátrico Gure Etzea SL.

Imagen ilustrativa en una Residencia de ancianos Centro Geriátrico Gure Etzea SL. / Zowy Voeten

Patricia Martín

Violeta estaba de vacaciones cuando recibió una llamada del hospital. Su padre, Alejandro, había sido ingresado tras una aparatosa caída y los médicos habían decidido darle el alta, pero al ver que nadie iba a visitarle derivaron el caso al servicio de Trabajo Social para planificar la red de apoyo familiar del nuevo dependiente. Aquella llamada removió en Violeta y sus hermanos los fantasmas del pasado: su padre había maltratado a su madre y había amargado su infancia. Pero ya se habían acostumbrado a vivir como si no existiera.

Violeta es la protagonista de ‘Yo no te cuido’, un libro escrito por María José Lozano, trabajadora social sanitaria y terapeuta que es testigo de cada vez más casos de personas que rechazan ocuparse de sus padres cuando estos llegan a la vejez y se hacen dependientes. El motivo: que esos hombres han maltratado a sus madres, a ellos o les han abandonado cuando más lo necesitaban: en la infancia o la juventud.

Se trata de un fenómeno nuevo y aún poco auditado pero que va al alza por varios motivos. En primer lugar, cada vez hay más personas dependientes debido a que la esperanza de vida ha aumentado, pero muchos de esos años que se han ganado requieren de ayuda para el día a día. Al mismo tiempo se ha producido un cambio de valores familiares y sociales. La familia tradicional ya no es tan preponderante. Además, las mujeres se han incorporado al mercado de trabajo y los cuidados -de hijos, marido y padres- ya no forman parte de su ADN: pueden llevarlos a cabo pero no se trata de una obligación que pesa como una losa en su rol de mujeres. Como telón de fondo, las estimaciones apuntan a que cerca del 25% de menores ha sufrido maltrato -según Save The Children-, aunque apenas el 10% de estos casos son denunciados.

Es indudable que existe una mayor concienciación social hacia la violencia de género y el maltrato en la infancia. Cada vez se presentan más denuncias y hay más divorcios motivados por mujeres que dicen "basta". De ahí que ahora más hombres lleguen a la vejez sin una red sólida de apoyos.

Antes de ingresar ya estaban solos y al salir del hospital, con necesidad de cuidados, se acuerdan de su familia. Pero es tarde: sus hijas, que hubieran sido sus cuidadoras, ya no está para ellos, y los hijos aún menos

María José Lozano

— Autora de 'Yo no te cuido'

Desgarro emocional

“Los pacientes que han sido maltratadores de sus parejas y/o lo siguen siendo han existido siempre, pero el envejecimiento poblacional conlleva que se acuda con más frecuencia a los hospitales. Cuando se jubilan, ya suelen estar divorciados y el vínculo con los hijos o está roto o no existe. Antes de ingresar ya estaban solos y al salir del hospital, con necesidad de cuidados, se acuerdan de su familia. Pero es tarde, sus hijas, que habrían sido sus cuidadoras, no están para ellos, y los hijos aún menos. Este fenómeno se viene acrecentando sin cesar desde el año 2018”, explica Lozano. Ella decidió escribir sobre esta problemática porque en su trabajo –en el contacto con esos hijos que se enfrentan al dilema de si cuidar o no de esos padres que les hicieron sufrir– ha sido testigo del “desgarro emocional y de que las heridas del maltrato vuelven cuando el perpetrador aparece, aunque sea con una enfermedad y dependiente de cuidados”.

Corrobora este análisis Montserrat González, directora y abogada de un Centro de Información a Mujeres y presidenta de la Asociación gallega de Profesionales de Centros de Información. Según su experiencia, en los últimos años, “con relativa frecuencia”, acuden a estos espacios mujeres con dudas sobre si cuidar o no de sus padres maltratadores. “Recibir una llamada de los servicios sociales o del hospital y tener constancia de que tu padre necesita ayuda reabre heridas que son difíciles de cicatrizar porque que te falle quien tenía que protegerte es irrecuperable”, reflexiona.

Obligación legal

El Código Civil indica que los hijos tienen el deber de "prestar alimentos" a sus padres en situaciones de necesidad o dependencia, lo que incluye el sustento, el vestido, la habitación y la asistencia médica. Pero pueden eximirse de esta obligación en varias situaciones, entre ellas si han sido víctimas de violencia de género. La ley reconoce que los hijos, aunque no reciban directamente los malos tratos, son tan víctimas como sus madres porque les afecta gravemente crecer en un ambiente de violencia, miedo o sumisión.

Por eso, cuando reciben la noticia por parte de los servicios sociales o del sistema sanitario de que su progenitor está en una situación de dependencia, pueden comunicar que no quieren hacerse cargo porque han sido víctimas de maltrato y presentar las pruebas ante el juez.

Para eximirse de la obligación legal de cuidar de los padres cuando son dependientes, no siempre hace falta una denuncia o una sentencia por malos tratos, también se pueden presentar las pruebas del impago de pensiones o testigos que corroboren el abandono o violencia

Según González, no siempre hace falta que se haya presentado una denuncia o exista una sentencia, también se pueden presentar las pruebas del impago de pensiones o testigos que corroboren la situación de abandono o violencia.

La presidenta de la Asociación de Profesionales de los Centros de Información a la Mujer se ha encontrado con las dos situaciones: con hijos que sí han decidido hacerse cargo de sus padres y con otros que lo han rechazado. “Hace poco entraron en mi despacho dos señoras llorando porque, después de 20 años, les habían llamado del hospital comunicándoles que su padre estaba ingresado y no sabían cómo decirle al médico que no querían ocuparse de él, que era violento y no le pasó a su madre la pensión de alimentos: les había abandonado cuando más lo necesitaban. Las asesoré y finalmente optaron por no ocuparse de él”.

“Pero también se da el caso contrario -continúa la especialista-, el de personas que no saben decir que no, o tienen miedo de cometer un delito, como una chica que ya tiene hijos en la universidad y no visita a su padre ni nada, pero sí gestiona sus cuentas y está pendiente de su situación a través de los servicios sociales”.

En las consultas nos encontramos de todo. Personas que han normalizado la violencia y al final, cuando el maltratador se hace muy mayor, no le guardan rencor y le cuidan. Y gente que se aparta, que no lo soporta

Cátia Lages

— Coordinadora de violencia de género de la Sociedad Española de Medicina de Familia

La violencia psicológica

También sucede, evidentemente, que hay parejas que no se han roto y la mujer y los hijos siguen ahí. “En las consultas nos encontramos de todo. Personas que han normalizado la violencia y al final, cuando el maltratador se hace muy mayor, no le guardan rencor y le cuidan. Y gente que se aparta, que no lo soporta. También señoras que han cuidado toda la vida de su marido y aunque, al hacerse mayor, cesa el maltrato físico, continúa la violencia psicológica y aun así no lo abandonan”, añade Cátia Lages, médica de familia y coordinadora del grupo de trabajo de violencia de género de la Sociedad Española de Medicina de Familia SemFYC.

La ley de dependencia prevé que los servicios sociales encuentren, por la vía de la emergencia social, una plaza en una residencia pública para las personas que no cuentan con apoyo familiar. “Los recursos sociales son un derecho, no se dan o se quitan en función del buen o mal comportamiento. Para activar la emergencia simplemente se tienen que cumplir tres requisitos: que la persona sea dependiente, que esté en situación de desamparo y que carezca de medios económicos suficientes”, explica Lozano.

Su libro, además de destapar la problemática del ‘Yo no te cuido’, se está abriendo paso como una herramienta literaria de ayuda a las víctimas. Lleva apenas dos meses publicada y ya ha servido a varias mujeres que se identifican con los personajes a denunciar su situación de maltrato.

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