Crónicas teutonas (I): La Selva Negra huele a Asturias

En Donaueschingen, un paraje paradisiaco al sur de Alemania, arranca la concentración de España en una Eurocopa a la que los de De la Fuente llegan infravalorados por los rivales

Diario de la Eurocopa: arranca la Eurocopa 2024 en Donaueschinguen, en el corazón de la Selva Negra

Redacción

Fermín de la Calle

Fermín de la Calle

La Selva Negra huele a preticor. Ese indigesto vocablo que el diccionario usa para definir el olor a tierra mojada. Una palabra que viene de sumar petros (piedra) e ichor (sangre de los dioses homéricos). Homéricos o no, hasta aquí han venido a recluirse los futbolistas de la selección española huyendo del ruido de una Eurocopa en la que De la Fuente ha traído a sus pretorianos.

El olfato es un sentido infravalorado. Porque ningún otro, ni siquiera la vista, te transporta en el tiempo y el espacio de forma tan instantánea como un olor familiar. El olfato tiene memoria y al tiempo puede acariciarte con emoción o golpearte con crudeza. Y España, como el olfato, llega a Alemania subestimada. “No tiene estrellas”, “no cuenta con futbolistas determinantes en las áreas”, “le falta oficio”, “su seleccionador adolece de carisma”… Una tonelada de coartadas que en Der Oschberghof, el campo de golf en el que se recluye España, transforman en leña con la que alimentan la hoguera competitiva de los nuestros. Porque en la vida es recomendable tener personas al lado, pero es imprescindible tener gente enfrente.

Terminal 4 del aeropuerto de Barajas en Madrid

Terminal 4 del aeropuerto de Barajas en Madrid / Fermín de la Calle

Los aeropuertos son lugares evocadores que le recuerdan a uno que somos un grano de arena en una playa. Sitios en los que ante el retraso de un avión terminas haciendo equipo con un variopinto grupo de damnificados en el que caben una pareja de monjas que consultan en su Macbook Pro el estado de la presentación que deben realizar a su llegada ante la hermana superiora, una pareja de terapeutas argentinos a los que esperan en un congreso, una abuela deseosa de conocer a su nieto recién nacido y una joven adolescente a la que espera el amor impaciente de su novio, a quien no ve desde hace mes y medio. Con menos ha escrito himnos Sabina. Estos contratiempos te recuerdan que somos tan efímeros como los vuelos que parpadean en las pantallas de los aeropuertos.

A Donaueschigen, pueblo con más letras que habitantes, se llega pasando por la única autopista alemana que no tiene límite de velocidad. La que une las dos grandes urbes automovilísticas teutonas, Múnich (sede de BMW y Volkswagen) y Stuttgart, campamento base de Mercedes y Porsche. Es el sur de Alemania, que en realidad parece el norte, con los Alpes de fondo y Suiza a 20 kilómetros. Una Asturias teutona verde y húmeda.

En el fondo, Alemania es un poco España. La España profunda, la de ese pueblo del que todo somos y en el que presumimos de tener las mejores fiestas, el mejor vino y la mejor comida. No es buen sitio para hacer dieta porque hay más de 300 variedades de pan y 1.500 tipos de cerveza, más de la mitad en el estado de Baviera, región colindante con la que aloja a la selección. Estadísticamente cada alemán bebió el año pasado alrededor de 100 litros de cerveza, un par de ellos a la semana. Tres pintas, seis tercios, diez botellines... Atizan, eso sí, el doble de lo que se destila en un bar de carretera en Extremadura o una tasca de Portugalete.

Imagen del vuelo entre el Barcelona y Stuttgart

Imagen del vuelo entre el Barcelona y Stuttgart / EPE

España tiene un alemán en sus filas. Un hijo de la emigración. Uno de esos gallegos que nació lejos, concretamente en Frankfurt, donde los padres de Joselu buscaron suerte durante una temporada. El madridista confiesa hablar un alemán “peleón” que ha desempolvado este año con un Kroos que escribe en esta Eurocopa su epílogo futbolístico. Toni, que sería Sir en Inglaterra y pregonero en España, es otro emigrante que se fue de Múnich a Madrid buscando una mejor vida. El Karajan blanco conoció a su mujer un verano en Formentera y hasta ahora. Los veranos pasan en cámara lenta y huelen a salitre y helados.

Este verano será diferente. Una aventura cargada de consonantes, chubasqueros y carreras por el bosque. De trenes de madera y kilómetros de parajes de película de sobremesa de Antena 3. Habrá cenas con amigos y comidas perdidas en el fondo de la mochila por falta de tiempo. Dicen que estos torneos se deciden por detalles. El primero al llegar a la Selva Negra ha sido este olor a tierra mojada que dibujó una sonrisa inconsciente evocando tiempos felices. Ojalá el 14 de julio la noche se asome en Berlín para ser testigo de cómo España conquista su cuarta Eurocopa. Ojalá llueva sobre mojado...