Crónicas teutonas (XIX): ¡Auf Wiedersehen!

El episodio final de este diario de viaje lo cierra España de la mejor forma posible tras 37 días de Eurocopa en Alemania en las que quedará para siempre un título majestuoso y una experiencia vital no menos importante por tierras teutonas

Imagen de la tribuna de prensa en ka final entre España e Inglaterra

Imagen de la tribuna de prensa en ka final entre España e Inglaterra / EPE

Fermín de la Calle

Fermín de la Calle

La parte más difícil de viajar es volver. Pero al tiempo la vuelta también te ofrece una oportunidad perfecta para plantearte lo que viene por delante. Viajar es una experiencia energética que te invita a reconsiderar con más claridad qué cosas son realmente indispensables y cuáles no. Cuando viajas, sobre todo si lo haces solo, tú eres tu propio hogar, tu mejor amigo (y tu peor) y tu propia familia. Todo es más efímero, pero despojarte de muchas cosas también hace que todo sea más intenso. En uno de mis libros preferidos leí: “...sin embargo sentía una gran nostalgia, de qué no podría decirlo, pero era una gran nostalgia de una vida pasada y de una vida futura, sostiene Pereira”.

Esa nostalgia que te embarga al final del viaje es precisamente a la que se refiere Pereira. Una mezcla entre la “de la vida pasada”, del viaje terminado, y la “de la vida futura”, del viaje que vendrá. Decía Steinbeck que “la gente no hace viajes, son los viajes los que hacen a la gente”. A los viajes, como al vino, hay que dejarlos fermentar. Tomar distancia. Porque de repente valoras un momento al que no le diste importancia, o recuerdas a esa persona sin nombre que te enseñó algo que te hizo mejor.

37 días y 500 noches

Viajar te ensancha las miras y estrecha tus prejuicios. En estos 37 días en Alemania hemos deambulado por Donaueschingen, sobrevivido a la caótica Stuttgart, paseado por la imponente Berlín, disfrutado de la animosa Düsseldorf, transitado la plomiza Gelsenkirchen, descubierto la coqueta Colonia y saboreado la italiana Múnich. Nos han regalado un verano asturiano en la Selva Negra, cinco semanas de transbordos en tren, de almohadas cómplices y duchas reparadoras. Hemos deshecho quince veces la maleta, leído en lavanderías y regalado decenas de abrazos.

Este último episodio de la ‘Crónicas teutonas’ se escribe desde las entrañas del estadio Olímpico de Berlín, lugar sobrecogedor en el que Jesse Owens desafío a Hitler. Sus muros rezuman historia y uno va menguando al enfilar la avenida camino de Coubertinplatz. El trayecto que te trae en tren desde Friedrichtrasse es hipnótico. Esa estación era uno de los pasos fronterizos más importantes entre el Berlín Occidental y el Oriental. He llegado al Olympiastadion cinco horas antes del inicio de la final, justo después de celebrar una comida, la última con amigos. Quién sabe cuándo volveremos a coincidir todos, o dónde. Por eso hay que disfrutar estos momentos, especialmente en los viajes. En realidad hay que hacerlo en todos y cada uno de los días.

Hemos regresado a Berlín para cerrar brillantemente un círculo que arrancó precisamente aquí hace un mes. 3.440 kilómetros después y más de media docena de hoteles de toda alcurnia y pelaje, regresamos con una España campeona. “No contemplo los logros sin esfuerzo. Nada es fácil en la vida”, me advirtió Luis de la Fuente charlando. Pasase lo que pasase en la final ya había merecido la pena. La forma en que España enfrentó los desafíos y sorteó los contratiempos, especialmente ante Alemania o Francia, fue inspiradora. Su normalidad, su audacia, su divina inconsciencia. Si el camino es divertido, la meta es solo una coartada.

Hoy, que todo ha pasado, el cuerpo se sentirá perdido. Tocará reeducarlo, rebajar la adrenalina y las sobredosis de cafeína, en forma de expressos dobles, para mantener alerta el cuerpo. Es hora de aumentar esas cuatro horas de sueño y esconder la libreta de la mesilla a la que acudía en mitad de la madrugada para apuntar una idea que se colaba en un sueño sin llamar a la puerta. Toca volver a la rutina. Será inevitable vivir ese pequeño duelo por lo que se queda atrás y no volverá. Pero es el momento perfecto para rebobinar y salvar lo mejor del viaje, lo que quedará grabado en algún cajón mal cerrado de nuestra memoria para siempre.

El bagaje

Acaba una Eurocopa en la que quedan atrás 119 noticias, 8 entrevistas, más de 20 episodios del videoblog ‘Diario de la Eurocopa’ y 19 ‘Crónicas teutonas’, con esta. A falta de un diván, servidor usó la sombra de un árbol, el banco de la plaza de una ciudad cualquiera o el hall de la estación de turno para confesarse ante la pantalla. El fútbol como excusa, pero lo más reconfortante ha sido encontrar al otro lado cómplices en este cuaderno de viaje. Algún futbolista y algún colega entre ellos. Uno no debe estar triste cuando termina un viaje, debe estar agradecido por lo viajado. Además, cada viaje es la estación intermedia en la que bajamos para subirnos al próximo tren. Nos vemos en el camino. ¡Auf Wiedersehen!