El ‘boom’ de los pinchazos de ácido hialurónico entre las jóvenes preocupa a los profesionales: "no hay datos sobre lo que les puede ocurrir a largo plazo"

Los expertos piden esperar y buscar los mejores lugares donde recibir estos tratamientos

Cada vez más centros y peluquerías ofertan estos tratamientos sin aval médico

Verónica Pavés

Verónica Pavés

Vendido con la promesa de la inocuidad de un cambio reversible. Los pinchazos de ácido hialurónico han pasado de ser un tratamiento milagroso para inmortalizar la juventud que tanto ansía Hollywood a convertirse en una moda que crece entre las más jóvenes en nuestro país. Ante el aumento de demanda de este tipo de tratamientos estéticos a edades cada vez más tempranas y la aparición de centros de dudosa calidad que empiezan a ofertarlos, los expertos dan la voz de alarma: "no tenemos datos sobre lo que les puede pasar a largo plazo"

Empezar estos tratamientos demasiado temprano puede tener consecuencias aún inimaginables, pero a esa precocidad en los retoques estéticos, se une el intrusismo que sufre la profesión y que ha llevado a un aumento de los locales que los ofertan. De ahí que los expertos alerten de que no todo vale: porque ni todos los productos de ácido hialurónico son adecuados, ni la inyección está siempre supervisada por un médico. 

Cuando parecía que el negocio no podría ir mejor, las palabras de la influencer Carmen Jedet Izquierdo Sánchez –más conocida como Jedet– en un conocido podcast han puesto sobre la mesa un problema que se empieza a intensificar. Internet y las redes sociales se han convertido un nicho para la cultura del autocuidado y a la vez en un arma de doble filo en una sociedad obsesionada con las apariencias.

Una tendencia que cada vez adquiere tintes más preocupantes, en especial porque empieza a tener consecuencias en la población menor de edad. Niñas y niños pequeños que se obsesionan con productos de cuidado de la piel (o skincare) o jóvenes que apenas han pasado la veintena y empiezan pincharse distintos productos em la cara, incluido el ácido hialurónico, para conservar una juventud que aún no ha tenido tiempo de esfumarse. 

«Engañan a las niñas. Y ves ahora a niñas de 16 años con la cara de una cuarentona», relata Izquierdo en dicho podcast. La influencer también destaca los peligros de «pincharse en exceso» y advierte que esta práctica a menudo en un bucle sin fin: «y cada semana quieres más y acabas rellena entera». De ahí que la influencer pida tener cuidado con la información que se proporciona desde cuentas de celebrities o influencers así como desde algunos centros estéticos. 

La seguridad la da un médico

Las inyecciones de ácido hialurónico en la dermis no tienen por qué implicar complicaciones como las que describe esta influencer. En principio, este producto «sirve para rehidratar y prevenir el envejecimiento de la piel, e incluso estimular la creación de colágeno», explica dermatóloga de Hospiten, Lucia Pimentel. En teoría la mayor parte del producto se reabsorbe entre seis meses y un año. Por lo que – también en teoría– se podría volver a inyectar. Si bien es cierto que puede existir en casos muy concretos alguna reacción al producto, lo habitual es que, sí la inyección está prescrita y avalada por un médico el proceso sea tan seguro como otros tantos tratamientos sanitarios. 

La dermatóloga, no obstante, pone el acento en que no todos los componentes del ácido hialurónico se reabsorben. «Hay una molécula rígida que es más estable y aún no sabemos cuánto tarda en irse», indica la especialista. Es por eso que concluye que toda intervención de este tipo debe llevar aparejada la revisión de un médico. «La prudencia de un especialista es lo que puede marcar la diferencia», insiste. De hecho, los médicos también pueden ser aliados para conseguir un mejor resultado. Y es que en muchos lugares se recomienda inyectar ácido hialurónico cada seis meses o un año. Pero esta norma no tiene por qué cumplirse a rajatabla. «Nosotros evaluamos a la persona y si vemos que ya tiene suficiente colágeno, retrasamos la inyección», concluye. 

Los problemas empiezan a surgir cuando el proceso no sigue los cauces sanitarios esperables. «Hemos detectado que estos tratamientos se están empezando a llevar a cabo en clínicas estéticas –sin supervisión de médicos– o incluso en peluquerías», recalca Pimentel. Centros que atraen a clientes bajo la promesa de un precio bajo y un cambio que no será permanente. Algo que, en muchas ocasiones, no llega a suceder porque los productos utilizados no son los más convenientes, lo que ocasiona una progresiva acumulación de ácido hialurónico en zonas no deseadas.

«Muchos pacientes acaban acudiendo por el precio y les da igual qué ácido hialurónico usen; yo recomiendo que siempre se solicite el nombre el producto y se consulte si es adecuado», relata Pimentel. De hecho, la experta anima a consultar siempre con un especialista antes de embarcarse en la vorágine de los retoques estéticos. 

A un producto de menor calidad que en ocasiones está mezclado con biocolágenos o siliconas –cosa que no debería ocurrir–, se puede unir una mala preparación. «Poner mucha cantidad de un buen producto puede ser también perjudicial», insiste la dermatóloga. No en vano, cada parte del rostro necesita una cantidad diferente y adecuada de ácido hialurónico. «Depende de la arruga hay distintos ácidos hialurónicos, no es lo mismo pinchar pómulo que la frente», incide la sanitaria. Sin embargo, en ocasiones no se tiene esto en cuenta y se puede acabar inyectando el producto necesario para un pómulo, por ejemplo, en los labios. «De ahí viene la temida boca de pato, que ocurre cuando se inyecta un mayor volumen de producto en esta zona», indica. 

Pero una de las mayores preocupaciones de los expertos es el auge de este tipo de tratamientos en personas más jóvenes. «Es verdad que a partir de los 25 empezamos a perder colágeno y la piel deja progresivamente de crear las enzimas que lo favorecen», insiste la dermatóloga. Sin embargo, para la experta es una edad aún demasiado temprana como para empezar un tratamiento de este tipo, en especial porque, a día de hoy, no hay estudios que hayan evaluado las consecuencias a largo plazo de su uso en personas tan jóvenes. «No tenemos historial clínico de chicas tan jóvenes que se ponen tanto producto, y no sabemos cómo puede repercutir a largo plazo», indica Pimentel.