¿Qué es la fobia social?

En la actualidad, y según investigaciones de la farmacéutica internacional MSD, la prevalencia anual para el llamado trastorno de ansiedad social es del 9% en el caso de las mujeres y del 7% en el caso de los hombres. Más conocido popularmente como fobia social, este trastorno condiciona profundamente la vida de quienes lo padecen, puesto que "las interacciones de todos los días causan muchísima ansiedad, inseguridad y vergüenza por miedo al escrutinio o la opinión de los demás", tal como cuentan desde Mayo Clinic. En el portal de esta misma organización vienen recogidos algunos de los síntomas habituales.

En primer lugar, encontramos los síntomas emocionales y conductuales, entre los cuales está el temor a las situaciones donde podemos ser juzgados, la angustia ante la idea de ser humillados, el temor profundo a las interacciones con personas desconocidas, el temor a que las demás perciban nuestra ansiedad, el abandono de determinadas actividades debido al miedo a sentir vergüenza, las predicciones pesimistas acerca de las futuras interacciones sociales o el análisis pormenorizado del desempeño social una vez acabado. Aunque todos podemos experimentar estas sensaciones, en la fobia social son permanentes.

En segundo lugar, encontramos los síntomas físicos, consecuencia de la ansiedad y el miedo: enrojecimiento del rostro, aceleración de los latidos del corazón, temblores, sudoración excesiva, náuseas, mareos, tensión muscular e incluso dificultad para respirar. El problema es que las personas que padecen fobia social tienen miedo a revelar dicha condición, por lo que estos síntomas físicos reveladores empeoran la ansiedad social, lo que provoca mayor presencia de dichos síntomas, provocando un bucle de retroalimentación negativa.  La pregunta es: ¿qué factores se encuentran detrás de la aparición de este trastorno?

"A veces el trastorno de ansiedad social es hereditario, pero nadie sabe con seguridad por qué algunos miembros de la familia lo sufren y otros no", cuentan desde el National Institute of Mental Health (NIH). Además, añaden, existen otros potenciales condicionantes para la aparición de este trastorno como no tener buenas habilidades sociales, tender a la malinterpretación de la conducta ajena o el propio estrés. Sea como sea, alejarse de las interacciones sociales no es una solución saludable ni sostenible a largo plazo. Es por eso que los especialistas recomiendan visitar a un psicólogo en caso de padecer este trastorno.

En líneas generales, y nuevamente según los expertos del NIH, "el trastorno de ansiedad social se trata con psicoterapia, medicamentos o una combinación de ambos". La primera suele consistir en las terapias de tipo cognitivo-conductual, a través de la cual los pacientes desarrollar nuevas maneras de pensar, de actuar y de reaccionar en las interacciones sociales. En ocasiones efectuadas en grupo para aumentar la efectividad de las mismas. Los segundos suelen ser ansiolíticos, antidepresivos o betabloqueadores. En cualquier caso, cada caso es único y debe ser un experto en salud mental quien determine el tratamiento óptimo.