Opinión

El volantazo ideológico de Laporta

Laporta: "Flick trae a un especialista en preparación física"

BARÇA ONE

Los ataques explícitos de Laporta a Xavi para justificar su propio cambio de opinión fue lo más destacado de la reciente entrevista en Barça One. Pero, a largo plazo, pueden ser más trascendentes algunos cambios muy significativos en la corriente de fondo de su discurso.

Llamó poderosamente la atención que hasta cuatro veces se refiriera a la situación actual del club como “una travesía del desierto”, expresión que indicaba que por primera vez hay la intención de ir aterrizando su optimismo desenfrenado a la dura pista de la realidad. El presidente que hace pocos meses hablaba de sextetes, títulos y ambiciones múltiples parece haber empezado a interiorizar que a veces la prudencia es mejor que la euforia.

La brutal paradoja es que dice haber cesado a Xavi por un “cambio de discurso” justo ahora que él mismo también lo está cambiando. Curioso, ¿no? Xavi no puede ser cauto pero él sí que puede apelar a duras travesías por el desierto. Ay.

El segundo y gran cambio de rumbo de Laporta lo expresó cuando se le preguntó sobre qué le pidieron al nuevo entrenador. “A Flick le pedimos trabajo, profesionalidad y ganar, y con él creemos que el equipo podrá tener el punto de forma física que necesita”. Ni rastro de Cruyff, ni rastro del ADN: ni siquiera se le ha dicho a Flick que juegue bien. Laporta dijo un par de veces que “el Barça no renuncia a su estilo” pero dio la sensación de ser una letanía retórica, balbuceada solo para protegerse.

De repente, el discurso de Laporta se ha simplificado, apela a la victoria como primer ideal y al físico como salvación. En su diagnóstico de los errores de Xavi, figura en primer lugar el declive físico, que el presidente sostiene diciendo que el equipo caía siempre a partir del minuto 60. Una teoría sin ninguna base científica que se encargó de desmentir el periodista Oriol Jové en el ‘Tu Diràs’ de 'RAC1' con un dato demoledor: el de Xavi es el Barça que más puntos ha ganado a partir de la hora de juego de toda la historia del club.

Y es que Laporta, más que un diagnóstico, parece estar dando un volantazo a todo su programa ideológico. De hecho, Flick será el primer entrenador desde Frank Rijkaard, con la excepción de un accidente llamado Tata Martino, que no tiene relación alguna con Cruyff ni el cruyffismo. Porque si viene Flick, más que por lo que es, es por lo que sugiere: pasado ganador, disciplina alemana, trabajo físico y fútbol directo, como si se quisiera iniciar la enmienda a las ideas que han sustentado al club en las tres últimas décadas.

Laporta tiene por supuesto derecho a cambiar, evolucionar o matizar la ideología del club, lo que es censurable e inquietante es que lo haga sin atreverse a decirlo. Como si este último giro fuera, más que por convicción, por pura supervivencia. Un apunte: ¿se imaginan qué salvajes barricadas estaría levantando el laportismo si este nuevo culto al físico y a la victoria lo hubiera verbalizado otro presidente?

Como suele pasar en todas las religiones, la gran paradoja es que el único que podía empezar la demolición del cruyffismo sin poner en peligro la paz social tenía que ser un cruyffista.