La utopía de un baloncesto rentable en Europa

Mirotic maravilló tras recibir el MVP de octubre en la Euroliga

Mirotic maravilló tras recibir el MVP de octubre en la Euroliga / JAVI FERRÁNDIZ

Marc Menchén

Marc Menchén

Con tanto ruido en torno a la Superliga y el futuro de las competiciones del deporte rey en Europa, uno de los debates sobre los que se ha pasado de puntillas es el del baloncesto. En pérdidas crónicas desde hace años, una parte de los colosos del Viejo Continente han decidido que la culpa de todo es de la Euroliga, que consideran incapaz de darles el salto de ingresos que necesitan. Y su sueño húmedo es el de un desembarco de la NBA, que sólo por sus siglas multiplicaría panes, peces y el valor de los derechos de televisión. ¿Seguro?

Uno de los grandes problemas de la industria del deporte es que, excesivamente, todas las disciplinas y cada club consideran que están infravalorados y se les paga poco. Les cuesta horrores ver que esto ha pasado de despachar producto a una audiencia cautiva, a tener que vender su atractivo en una guerra por el tiempo libre que trasciende a los espectáculos deportivos.

Y la canasta, al menos en Europa, no es la prioridad de la mayoría. Hemos normalizado que FC Barcelona y Real Madrid pierdan más de 25 millones cada año con esta sección gracias al fútbol, o que multimillonarios griegos, turcos y rusos no tengan problema en reducir su patrimonio si eso amplía la vitrina de trofeos.

Hoy el baloncesto europeo es insostenible porque los clubes pagan por encima de lo que hace tiempo ya saben que son capaces de generar. Las perspectivas no son buenas mientras no haya equipos y afición en Londres y París, pues la escasa penetración en Reino Unido, Francia y Alemania es el gran lastre para el despegue del negocio.

IMG firmó una alianza comercial con Euroliga por la que garantizaba un mínimo de 630 millones en diez años, hasta 2026-2027, con la ambición de que se pudieran alcanzar los 900 millones de euros en todo el periodo. Es decir, como máximo unos 90 millones anuales a repartir entre 18 equipos, es decir, cinco millones por quinteto. Muy lejos del coste real que se está asumiendo por, teóricamente, retener a talento que de otro modo estaría ya en Estados Unidos.

Aunque duela, el baloncesto europeo debe buscar cuál es el mejor encaje para un sistema que difícilmente cambiará: igual que los mejores futbolistas del mundo quieren venir a Europa, los que se dedican a la canasta aspiran a hacerlo al otro lado del Atlántico, salvo excepciones. Euroliga ya fue generosa aceptando un fair-play y limitando al 40% la aportación del dueño, porque el día que se canse, adiós. Hace años que la inversión se convirtió en coste.