Un punto de partida

Irene Paredes en los cuartos de final del Mundial

Irene Paredes en los cuartos de final del Mundial / RFEF

Maria Tikas

Maria Tikas

Cuando la prensa internacional nos ha estado preguntando, estos días, cómo es que España ha llegado tan lejos en el Mundial después de todo lo ocurrido, nosotros tampoco hemos encontrado una fácil respuesta. Por mucho nivel que haya en la plantilla, que a priori sería más que suficiente para ganar un torneo así a pesar de que hacerlo no es tarea sencilla, es muy difícil de explicar que la Roja, en medio de su peor o al menos más mediática crisis, no solo haya superado el mínimo exigible sino que jugará la mismísima final de la Copa del Mundo.

A pesar de todo. A pesar de tantos. Cuando hace poco menos de un año Irene Paredes, Jenni Hermoso y Patri Guijarro -en sustitución de la lesionada Alexia Putellas- se pusieron delante de los micrófonos para explicar que, como capitanas y en nombre del equipo, habían pedido una serie de mejoras para profesionalizar la selección, muchos las tildaron de 'niñatas' caprichosas o chantajistas.

El tiempo les ha dado la razón. Si ellas no se hubiesen plantado, si todo esto no hubiese sucedido, hoy no estaríamos aquí. Mateo y Lucía, hijo y mujer de Paredes, no estarían viviendo esto con ella. Ivana Andrés no podría estar con su hija de pocos meses y su mujer, Ana. Y las familias de las jugadoras hubiesen tenido que ver el Mundial desde casa. Habría un fisio menos y no habría nutricionista. Se habría preparado este torneo con amistosos contra Camerún -56º en el ranking- y no contra Estados Unidos, Suecia o Japón. Vaya, lo mínimo esperado de una Federación que dice apostar de verdad por el fútbol femenino, después de estar éste maltratado durante tantos años en España y la lucha de muchas que quedaron sacrificadas por el camino.

Pero ahí están algunas mejoras. Rubiales se mantuvo firme con la continuidad de Vilda, pero atendió, a cambio, a peticiones de mínimos. Aunque sean insuficientes para Mapi León, Patri Guijarro, Claudia Pina, Lola Gallardo, Ainhoa Moraza, Nerea Eizagirre y Amaiur Sarriegi, que priorizaron sus valores y sus principios por delante de todo lo que significa -en lo deportivo, en lo económico y en lo sentimental- ir a un Mundial.

Que ellas no estén hoy aquí hace que este éxito sea un tanto agridulce. España está en la final, sin quitar méritos a Vilda -que acertó con la revolución en el once contra Suiza-, porque tiene a la mejor generación de futbolistas de su historia. Hubiese sido aún más bonito, por supuesto, en otro contexto. Queda mucho por hacer, pero esto tendría que ser un buen punto de partida. No podemos quedarnos aquí. Hay que escuchar a las jugadoras. Y ahora toca salir a ganar esa final para conseguir la primera estrella.