Un play off con tres finales para Max y Lewis

Max Verstappen y Lewis Hamilton durante el GP de Brasil

Max Verstappen y Lewis Hamilton en la lucha por el Mundial

Josep Lluís Merlos

Josep Lluís Merlos

El siempre políticamente correcto Toto Wolff ha llegado a su límite. Cansado de que a los de Red Bull les permitan arreglar cualquier problema que se les presente, vio como le saltaba el termostato cuando penalizaban al Mercedes de Hamilton por un problema insignificante con el alerón trasero. Luego, en la carrera de Sao Paulo, explotó cuando no castigaron a Verstappen por su maniobra en la vuelta 59. Su gesto, y la lectura de sus labios lo dijeron todo cuando Lewis superó a Max. Instantes después le soltaba un “¡a por ellos!” a Bottas, y al término del fin de semana señaló que “la diplomacia se ha terminado”.

Las tres carreras que faltan serán mucho más que tres finales. Quien se mueva no saldrá en la foto. 14 puntos separan a los dos pilotos, y 11 a ambos equipos. Todavía queda un buen botín en juego, y puede pasar de todo. La fiabilidad jugará un papel casi tan determinante como la pericia al volante.

Tras la carrera de los Hermanos Rodríguez todas las apuestas se centraban en el neerlandés, pero Interlagos le dio la vuelta a la tortilla.

El trazado paulista, con su larga recta en subida, hizo aflorar toda la caballería del Mercedes, menos contenida esta vez que en ocasiones anteriores. La pista de Doha -recuerden los salvajes 362,4 kms./h. alcanzados en MotoGP por Ducati- también tiene una recta importante que permitirá a los de la estrella sacar partido de su espectacular velocidad punta. En el segundo sector del trazado brasileño, donde teóricamente el Red Bull debía funcionar mejor, vimos como su rival no desentonaba nada, ya que la potencia inmensa de su motor les permitía llevar mayor ala para desarbolar los mejores argumentos del monoplaza creado por Adrian Newey, por lo que la zona de las eses encadenadas puede que no marquen la diferencia en Losail.

Sí, en Brasil vimos a un Lewis desencadenado que pareció transmutarse en ese lugar en la reencarnación de Senna por la forma como le idolatró la “torcida”. Max parece tranquilo, sereno, controlador; sabe que cuenta con un aliado magnífico en su compañero de equipo, Checo Pérez, a diferencia de lo que le pasa al británico con Bottas.

En las carreras de MotoGP siempre hemos visto como la arena y el polvo procedentes del desierto (bueno, en realidad esta pista está en medio de él) suelen hacer acto de presencia sobre el asfalto. Esto, en F1 puede ser determinante, ya que afectará no solo (por sobrecalentamiento, si se produce spinning de las ruedas) a la degradación de los neumáticos, sino también a la capacidad de tracción de los monoplazas.

En 2021 los comisarios deportivos han tenido un papel excesivamente protagonista. Puede que la bipolarización del certamen (Verstappen/Hamilton y Red Bull/Mercedes) haya “futbolizado” la F1 hasta tal extremo que haya puesto a los árbitros en la palestra como sucede en el balompié. La falta de consistencia de algunas de sus decisiones ha encendido los ánimos, incluso de veteranos como el mismísimo Fernando Alonso, y ha hecho que a veces se haya hablado más de eso que de lo apasionantes que están siendo la mayoría de Grandes Premios de este año. Y creo que esto no es muy bueno.

Echamos de menos a Charlie Whitting, aunque es de justicia reconocer que la misión de Michael Masi no debe ser nada fácil. Pero explicaciones como las que dio para justificar su error al no castigar como tocaba a Verstappen en Brasil (no disponían de las imágenes on board en aquel momento), suenan a excusa chapucera en un mundo tan tecnificado como la F1.

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