Pep es 'Més que un club"

Guardiola con su puro y el 'show' de Grealish: así ha sido la rúa del City bajo la lluvia

Guardiola con su puro y el 'show' de Grealish: así ha sido la rúa del City bajo la lluvia / AFP

Juan Cruz

Juan Cruz

En medio de la celebración de las excelencias de su fútbol, el que sabe hacer y el que manda a hacer, Pep Guardiola deslizó con emoción y alegría dos nombres propios que llenaron sus ojos de convicción, de reivindicación del pasado que protagoniza. 

En ambos casos, cuando tuvo que referirse al equipo que ahora ha hecho campeón de Europa, el mejor entrenador de fútbol del mundo llevó la gestión de su cara a la emoción que le produce Johan Cruyff, el primero que creyó en él, y al Barça, el club al que le alegró la vida a principios de la década prodigiosa, las de los 2000. Después de esos años gloriosos, Pep recibió desengaños que pudieron alejarlo de lo que hay dentro de esos colores, pero jamás pudo olvidar el nombre propio que lo juntó con las estrellas.

El nombre del holandés más nutritivo de la historia del fútbol, Johan Cruyff. Ante las cámaras que lo llevaron a ponderar el triunfo del City, el futbolista que devino artista de los entrenamientos no se olvidó de esos dos nombres propios. Cruyff lo hizo debutar, el Barça lo hizo grande. La victoria del City le atrajo esos recuerdos, y no es raro que sea así, pues si hay algo en el espíritu futbolístico de este hombre cabreado en el banquillo y feliz en las celebraciones es el gesto del futbolista incapaz de perder el sentimiento que lo ha hecho genial. A entrenar lo enseñó Cruyff, y a ganar.

Cruyff lo enseñó a combinar el genio con la capacidad de juego, y el Barça de esa época en que él se hizo futbolista no ha perdido esa lección que él ahora ejerce en el club inglés. Su trabajo ha ganado, además, una virtud que Cruyff no tuvo nunca, porque no le dio la gana. El holandés trabajaba para ganar, y no conocía otra alternativa, y respondía con fervor y rabia cuando perdía, en cualquier circunstancia. Guardiola, adiestrado en esa lid, ha conseguido refrenar tal ímpetu, así que antes y después de los partidos, antes frente al Madrid y ahora ante el Inter, ha resuelto elogiar a los contendientes, antes y después de las victorias que él tan legítimamente puede arrogarse. 

Ni en un caso ni en otro, ante rivales superlativos, aquel que como futbolista no cesaba de hablar y de gesticular en el campo practicó el género caballeresco que ahora es su modo de estar antes y después de los partidos. El que gana elogiando al que pierde, el que pierde aceptando la superioridad del que gana.

Ahora que está ya ganándolo todo, este Pep que aprendió de Cruyff, y del Barça, es capaz de regalar al contrario palabras que tienen justicia y consuelo. Él lo ha ido aprendiendo y eso, que no se juega pero que él sabe conjugar, es mucho más que fútbol. Es inteligencia, un lenguaje que él explica como si lo estuviera aprendiendo en una escuela que solo tiene ya un nombre propio. El suyo.