Una paradoja surrealista

El culebrón tuvo un final inesperado pero el crack argentino ya es historia

Nadie olvidará el mal rato que pasó en la rueda de prensa de despedida. Sus lágrimas son las de todo el barcelonismo

Leo Messi, en su despedida

Leo Messi, en su despedida / sport

Xavi Torres

Xavi Torres

Leo Messi lloró en su adiós. Ahí estaban Antonella y los niños para acompañarle. Sin embargo, en el Auditorio 1899 no estaban ni su padre ni su hermano, personas muy importantes para el futbolista. Se echaron en falta. Los Messi están enfadados. Saben de los esfuerzos del 10 para seguir, lo animado que estaba para liderar la reconstrucción deportiva de la entidad y, también, que todo estaba hecho hasta que lo dejó de estar. Todos aquellos que alguna vez han hablado con Jorge Messi podrán explicar que nunca oyeron una palabra más alta que otra. Lo mismo sucede con el vicepresidente Rafa Yuste. Bien, pues esta vez los señores Messi y Yuste elevaron el tono. Cosas de la negociación, uno sin control sobre la palabra 'límite' y el otro, ahogado por una caja fuerte con telarañas.

El presidente Joan Laporta es un hombre optimista. Esto también lo sabe todo el mundo. Es valiente y soñador, un idealista de las causas en las que cree, aunque parezcan perdidas. A él siempre le ha gustado pasear su espíritu juvenil, exhibir ese punto de osadía a partir de la cual ha encontrado el éxito. Sin embargo, esta vez, un golpe de realidad lo ha frenado en seco.

Laporta, que se excedió en su optimismo, no ha podido ser dueño de sus deseos porque el Barça que ha heredado es una casa en ruinas y en las casas en ruinas no se cuelgan cuadros de Picasso. Recuerden sus nombres: Sandro Rosell y Josep Maria Bartomeu.

El presidente del Barça siempre creyó que iba a poder renovar a Messi. Por un lado, buscó las fórmulas necesarias hasta llegar a un acuerdo verbal. La frase era “todo progresaba adecuadamente” porque todo nunca estuvo cerrado. Y no lo estuvo porque el Barça está arruinado. Y porque la solución de la Superliga, que será, de momento no es. Y porque las normas económicas de la Liga de Fútbol Profesional están para cumplirlas. Y porque la hipoteca de Javier Tebas con el fondo de inversión CVC dificilmente superaría un referéndum entre los socios. Y porque los futbolistas procuran por sus intereses de la misma manera que lo hicieron ayer y lo harán mañana. El Barça está arruinado. Solamente del año pasado, la auditoría habla de un agujero de 487 millones de euros. Definitivamente, los sueños de Laporta, que eran los mismos de todo el barcelonismo, se esfumaron.

Los ejecutivos que suman y restan hablan de “temeridad” y avisan de los riesgos: como club, el abismo; como directivos, un aval en peligro de ejecución ante un segundo año con pérdidas. Aunque parezca una paradoja surrealista, el futuro de la institución, con Messi, no era possible. ¿Ni jugando gratis para el Barcelona? Por favor, regresen al mundo real, el del Barça arruinado y el de Leo Messi, con hambre de títulos.