El mejor Barça es pura matemática

Koundé, durante una de sus incursiones en ataque ante el Atlético

Koundé, durante una de sus incursiones en ataque ante el Atlético / AFP

Enric Jové

Enric Jové

El mundo se explica en números; el fútbol, también. Dejemos que la ciencia nos explique el mundo, pero permitamos también que las matemáticas nos ayuden a interpretar el deporte, sobre todo para ver si definitivamente nos sirven para encontrar el patrón de juego del Barça de Xavi.

Una mejora cuantitativa en muchos de los datos claves que decodifican el buen juego se convirtieron en una clara progresión cualitativa del Barça anteayer, en el partido ante el Atlético de Madrid, que empezó por la intesidad sin balón.

La velocidad de activación tras pérdida de balón, entendida como la rapidez en ejercer la presión al equipo rival, con el objeto de recuperarla encontrando al equipo rival desordenado, habló de la actitud positiva del equipo en el terreno de juego. En ese ámbito el gran Liverpool de Jürgen Klopp estableció su dominio en Europa durante una temporada.

Reducir los toques que cada jugador efectúa antes de ceder la pelota a un compañero, es decir conseguir jugar a uno o dos toques, como máximo a tres en algunas conducciones, permite tener un ritmo de balón más alto y desequilibrar más al rival. Sin velocidad de ejecución es imposible romper a las defensas estáticas, recordemos los partidos ante el Rayo, el Granada o el Getafe. Menos toques, más celeridad en el juego, más posibilidad de rotura de        líneas. 

La posesión de balón por sí sola es un dato que demuestra la superioridad de un equipo, pero no acaba materializándose en roturas si no se acompaña de movimientos posicionales sin balón. La movilidad de los jugadores es clave también para generar espacios y, por tanto, permitir que otros compañeros los ocupen. Anteayer eso sucedió de forma continua entre Cancelo y Joao Félix, pero también entre Raphinha y Koundé. Dinamismo y sorpresa para acabar con la previsibilidad de los defensores.

La teoría de los grafos ayuda a explicar las conexiones entre distintos nodos, llámenles jugadores a esos nodos, y sus combinaciones, los vínculos. Por fin, hemos encontrado un triángulo que cambia continuamente de forma, a partir de la variabilidad de los ángulos establecidos entre sus ejes, esos tres jugadores que se han adueñado del centro del campo gracias a los vínculos fuertes que establecen entre sí: Pedri, Gündogan y De Jong.

La intensidad de los vínculos, es decir, el número de pases que emite y recibe un jugador respecto a otros, explica la relevancia de las relaciones establecidas. Por ellos tres debe pasar el juego del equipo para que encuentren sorpresivamente los enlaces débiles, los delanteros, en desmarques continuos. 

Obviamente Lewandowski debe intervenir poco y en su zona de influencia, el área, solo debemos esperar que su probabilidad estadística aumente en cuanto a su conversión respecto a los disparos a puerta. Eso también son matemáticas.