Mateu Lahoz y consenso son antónimos

Mateu Lahoz se despide del arbitraje

Mateu Lahoz se despide del arbitraje / PAU BARRENA

Ivan San Antonio

Ivan San Antonio

Es de suponer que lo de Mateu Lahoz como “presidente de consenso”, como así se le ha definido desde Madrid, de la Real Federación Española de Fútbol es una broma. Una broma sin ninguna gracia, claro. El único consenso que ha logrado ‘Toño’ (así le conocen sus amigos) en un terreno de juego es el de sus tarjetas, su silbato y su mal entendida complicidad con los futbolistas. Mateu Lahoz puede ser muchas cosas y la mayoría, seguramente, muy buenas, pero su nombre no puede asociarse de ninguna manera al consenso porque, de hecho, ambos conceptos son antónimos.

Se habla para llegar al consenso de los “poderes fácticos del fútbol español”, considerando a la base del estamento arbitral, a la FIFA y a “los clubes más importantes de nuestro campeonato” como “poderes fácticos”. Es de suponer, también en este caso, que entre esos clubs no está el Barça, a quien seguramente no han tenido tiempo de llamar para conocer su opinión. Si lo hubieran hecho, no se habrían atrevido a realizar una afirmación tan audaz.

Quizá los “poderes fácticos” hayan aparecido después de que Mateu Lahoz se dedique a pasearse por los medios de comunicación madrileños de vocación española. Tampoco deben haber preguntado a muchos de los clubs a los que el ex colegiado valenciano, ‘Toño’, dejó muy malos recuerdos. No tan malos como la Liga que le birló al Barça por un gol legal anulado a Messi en la última jornada ante el Atlético en el Camp Nou. Ni tan lamentables como la expulsión a Dembélé por haber dicho “muy mal” donde Mateu Lahoz oyó “eres muy malo”.

Mateu Lahoz siempre ha oído lo que le ha gustado oír, como ahora que ha hecho nuevos amigos en Madrid, que es donde todo se cuece y cuyos poderes se hacen llamar a sí mismos “fácticos”, cuya definición es “que está basado en los hechos o limitado a ellos, y no en lo teórico o imaginario”. Allí el poder ni es teórico ni es imaginativo, está basado en los hechos, de eso no cabe ninguna duda. Es fácil notar cómo la mosca se sitúa tras la oreja con su molesto zumbido escuchando a según quién colocando en la misma frase a Mateu Lahoz y la palabra consenso.

A no ser que, dándole pocas vueltas a la cabeza porque no son necesarias más, el concepto consenso surja del ejercicio de poder llevado a cabo desde la planta noble del Santiago Bernabéu. Si así fuera, nada que reprochar, porque en este nuestro país que nos hemos dado entre todos ya sabemos cómo se llega a la palabra consenso (perdonen la extrema redundancia, pero no existe un sinónimo cuyo significado sea tan explícito): uno manda y los otros obedecen