Opinión

El Madrid ríe solo

Los blancos han traspasado la línea que separa la verdad de una gran mentira

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Carlo Ancelotti, entrenador del Real Madrid

Carlo Ancelotti, entrenador del Real Madrid / AP

El Real Madrid se ha apropiado de los conceptos épica y competitividad. También de la mentalidad ganadora. Lo han hecho tan bien, han ejecutado su plan con tal precisión que incluso han acabado por convencer a un grupo no despreciable de barcelonistas que ganan porque son, parafraseando a Pep Guardiola, los “putos amos” del mundo mundial.

Se lo han creído ellos y, lo que es peor, se lo han tragado sus rivales. Y lo que aún es muchísimo peor y pervierte cualquier competición en la que este club esté inmerso: condicionan el trabajo de los árbitros a su favor, haciéndoles saber de forma directa a través de Real Madrid TV, cuyos vídeos tergiversan y manipulan, que los están vigilando, que vayan con mucho ojo cuando saltan al césped rodeados de futbolistas vestidos de blanco luciendo el escudo del Real Madrid. La propaganda es una de las armas más potentes que tiene el poder para perpetrarse en el tiempo y hacer creer a quienes lo disfrutan y lo padecen que todo es consecuencia de la más absoluta de las normalidades. Florentino Pérez es brillante en lo suyo, de eso no existe ningún tipo de duda.

Florentino Pérez.

Florentino Pérez. / EP

Pero la línea que separa la mentira de la verdad es fina, finísima, tan imperceptible que la voracidad de quienes mienten no les permite entender que la han traspasado de tal forma que han plantado sus pies desnudos ante todos aquellos que les estaban esperando para apuntarles con el dedo índice mientras se contemplan a ellos mismos despojados de ropa por haberse creído las mentiras de quienes les han manipulado. El Real Madrid es una gran ficción construida a lo largo de décadas en las que han escrito una historia que todos compran.

Tuchel, en rueda de prensa

Tuchel, en rueda de prensa / Champions

El Madrid ríe solo porque cada vez son más los clubs y las aficiones a los que se les borra la sonrisa tras comprobar en sus propias carnes que la justicia no existe. Por supuesto que los blancos pasarán a la historia, pero no cómo lo hizo el Barça de Pep, que maravilló por la belleza de su puesta en escena, sino por demostrar, temporada a temporada, que está todo podrido, que la esperanza no existe, que no vale la pena seguir luchando, que están ellos y luego ya todo el resto porque ellos juegan con las cartas marcadas mientras el resto ha creído que lo hacía en igualdad de condiciones.

Ante una verdad tan absoluta, lo mejor es aceptar que la única decisión válida a la hora de enfrentarse al club de Florentino Pérez es entrar al terreno de juego, cederle el balón, sentarse sobre el césped, observar cómo, uno tras otro, los goles madridistas suben al marcador y, cumplidos los noventa minutos, aplaudir de forma irónica y, esta vez sí, con la alegría de quien se siente vencedor.