Lewandowski, la rabia del viejo

Lewandowski, lanzando el penalti que dio la victoria al Barça frente a Osasuna

Lewandowski, lanzando el penalti que dio la victoria al Barça frente a Osasuna / Javi Ferrándiz

Juan Cruz

Juan Cruz

Lewandowski le ganó a los agoreros. Convirtió en penalti una desconsideración defensiva de Osasuna y sacó al Barça del fondo del pozo en el que se había metido para regocijo de los que le echan la culpa al viejo del equipo de los errores colectivos.

Su energía no desfallece para ver dónde están las oportunidades que el fútbol le proporciona a los que no se rinden. Pero buscan en él lo que otros no dan y que, sin embargo, está en la inteligencia veterana de su juego.

Cuando Joao Felix pidió para sí el lanzamiento se retrató a sí mismo y retrató a la vez la capacidad que tiene Lewandowski para mostrar, entre sonrisas, la potestad en la prelación de los lanzamientos.

Confieso que tuve en la garganta los clarines del miedo, porque ya imaginaba a aquellos agoreros de los que hablaba exhibiendo las señales de descuido que da el delantero polaco. Lo tiró con la habilidad que no se improvisa, que viene de un modo de relacionarse con el balón, y, sobre todo, con el que se atreve a pararlo.

El resto… Época de estreno y de caras largas, lo que es lógico en los equipos y hasta en las redacciones. Los que acaban de llegar se examinan, y los primeros que los examinan son aquellos que quieren mantener los puestos que llevan inscritos en las camisetas. Se ha ido un ídolo, Ansu Fati, y han venido dos portugueses que han tocado balón tarde en el partido, igual que Raphinha, que debe tener la mosca detrás de la oreja.

Cuando Lewandowski calmó las aguas con su acierto hubo un respiro de alivio en toda la plantilla. Eso se notó al final del partido, cuando todos, todos, siguieron sobre el césped como para solidarizarse con el susto que le hicieron pasar a los numerosos culés que se veía en las gradas.

Tuve mucho miedo en el partido. Por nada del mundo quiero que el Barça empate o pierda, desde mi más tierna adolescencia esa posibilidad me aterra. Esta vez, sobre todo, me aterraba que la reiteración de un nombre propio terminara dándole el triunfo a Osasuna.

Finalmente no ocurrió. Ni marcó el gol de del empate, él no fue, ni pudo igualar el 1-2 que puso el viejo polaco en el marcador.

No fue él, no fue aquel extremo peligrosísimo. Imagino mi dolor, mi desconcierto, si a Ter Stegen lo bate nada menos que ese buen futbolista que se llama Juan Cruz.