Opinión

No había otro final posible

Alexia celebra un gol contra el Madrid CFF

Alexia celebra un gol contra el Madrid CFF / Valentí Enrich

Hay una leyenda con origen en la cultura oriental, tanto en China como en Japón -aunque tiene muchas variantes-, que habla de un hilo rojo invisible que conecta a aquellos que están destinados a encontrarse, sin importar el tiempo, el lugar o las circunstancias. El hilo, dice, se puede estirar o contraer, pero nunca se llega a romper. Es una forma de hablar y de entender el destino. En la vida y también en el fútbol.

Alexia Putellas y el Barça están conectados con este hilo rojo desde que la capitana nació. Estaban destinados a encontrarse en algún momento. Cuando todavía estaba en etapa de formación, la de Mollet tuvo que abandonar el club para crecer fuera. Se estrenó como profesional en el Espanyol y pasó por el Levante antes de volver a su casa en 2012. El resto ya es historia y por todos conocido: ocho Ligas, cuatro Supercopas, siete Copas de la Reina y dos Champions, además de dos Balones de Oro y dos ‘FIFA The Best’, entre tantas otras distinciones individuales y un Mundial y una NationsLeague con la selección española.

El hilo rojo que une a Alexia y al Barça se tensó -y mucho- hace unos meses, durante el largo proceso de negociaciones por su renovación. Las partes distaban mucho en sus pretensiones y la lesión que mantuvo a la capitana alejada de los terrenos de juego durante casi cuatro meses -con una pequeña intervención de la rodilla- no ayudó en este proceso. Alexia solo quería volver a jugar al fútbol cuanto antes y alejarse de todo el ruido alrededor de su figura, que la situaba más fuera que dentro del Barça.

Pero la historia no podía acabar de otra forma: Alexia tenía que seguir en el Barça, el club de su vida. Y así será, como adelantó el martes este medio -como mínimo, los dos próximos años, con otro más opcional-. Un acuerdo en el que las dos partes cedieron en sus pretensiones para alcanzar un punto común que satisficiera a ambas. El hilo rojo, que nunca se rompió -ni lo hará-, las mantuvo unidas, a pesar de las circunstancias.

Lo cierto es que Alexia nunca tuvo ojos para otros equipos. No se veía con otra camiseta y no quiso escuchar ofertas, a pesar de que había varios equipos detrás suyo, tanto de Europa como de fuera. Alexia es el Barça y el Barça es Alexia. Y el club no podía dejarla escapar.

La leyenda del club y del fútbol que es pide un final a la altura de la importancia que ha tenido y que sigue teniendo a día de hoy. Un binomio, a nivel deportivo y de imagen, que se complementa a la perfección. Cada vez que toca el balón, pasan cosas. Y está aprovechando estos partidos, entre las semifinales y la final de la Champions, para reivindicarse después de la lesión. Hace tres años le pregunté en una entrevista si se veía colgando las botas en el Barça. “Mientras me sienta bien y me quieran”, me dijo, “¿por qué no?”