La última
Guti y la esquizofrenia del Madrid
Esa escena no la olvidaré mientras viva. Idiota, absurda, ilógica, puede, pero quedó grabada en mi disco duro por esperpéntica, por innecesaria, pese a tratarse de una operación de decenas de millones que pocos seres humano se hubiesen atrevido a airear. El, sí. Guti es así y, al parecer, no ha tenido familiar, amigo, compañero, entrenador, manager, capitán que le haya sugerido, a lo largo de todos estos años, que eso le iba a perjudicar más que ayudar.
Cuando vi que enseñaba sus tatuajes, que se ponía las iniciales de sus hijos en la camiseta, que enviaba a la porra a los periodistas que dudaban de sus lesiones, que le confesaba al gran Michael Robinson que quería dejar el Madrid, que brindaba con los informadores esgrimiendo la botella de agua que patrocina el Madrid al grito sonriente de "¿es vodka?", pense en aquella escena.
Y aquella escena no es otra que un programa de una televisión francesa que acompañó a Guti y a su esposa Arantxa de Benito (ahora ya ex) por las tiendas más caras y lujosas de Montecarlo comprando, por valor de 300.000 euros (es decir, 50 millones de pesetas), muebles para su casa de Ibiza. ¿Tenía aquello sentido? No, no tenía sentido, ni era gracioso, ni interesante. Era, simplemente, ostentoso, suntuoso, casi ofensivo, la verdad.
Guti refleja la esquizofrenia en la que el virtuoso Barça ha metido al millonario Madrid, capaz de empezar la semana intentando salvar, con mal estilo, con formas de club pequeño, con artes poco limpias, a un jugador que le acaba de partir la nariz a un adversario y terminar esos siete días convirtiendo en dios (así rezaban las portadas ayer de los diarios deportivos) a alguien que odian, al mismo que quisieran ver lejos de Madrid sin lucir esa camiseta blanca que, dicen, tanto desprestigia. Y es que Guti es, en el fondo, un mal imitador de CR9 como lo fue de Beckham.
El Madrid, que se ha gastado 250 millones de euros, no tiene a nadie, a nadie, como Guti sobre el campo y, sin embargo, todos lo menosprecian, todos. Reclaman a Cesc, exigen a Silva, imploran por Ribéry, sienten envidia de Xavi, se volverían locos por Iniesta, tienen a Guti y sueñan con desprenderse de él. Y, en sus dos últimas apariciones, ha sido Guti quien ha salvado al Madrid, quien le ha hecho ganar con asistencias magistrales a Ronaldo y tacones prodigiosos a Benzema.
Por eso digo que el Madrid sobrevive sin saber muy bien lo que quiere y cómo obtenerlo. Bueno, sí, como Guti y Arantxa creen que el dinero lo puede todo, por eso se pasean, cámaras de televisión incluidas, por los escaparates más lujosos del planeta fútbol comprando, a capricho, todo lo que quiere pero, tal vez, sin saber lo que necesita. Eso sí, el precio es lo de menos.
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