Goldman Club Barcelona

Joan Laporta, presidente del FC Barcelona

Joan Laporta, presidente del FC Barcelona / FCB

Emilio Pérez de Rozas

Emilio Pérez de Rozas

Tocaría que hoy, por aquello de que esta página son mis cosas, escribiese del brillante ascenso de mi querido ‘Mallorqueta’, diría regreso, a la Primera División. Podría decirles que ha sido una enorme, grandiosa, tremenda temporada de un club, que, contrariamente a lo que se podría pensar de una autonomía millonaria y con empresarios de postín, pertenece a un milmillonario norteamericano de nombre Robert Sarver, que, como mucho, ha venido dos o tres veces en su jet privado a Palma, en los últimos tres años.

Tocaría que les dijese que la obra dejada por Vicente Moreno, que no fue amado por todos en la isla pero sí tremendamente respetado, ha sido aprovechada, alargada y utilizada por el pillo, listo y bondadoso Luis García Plaza, que ha logrado el ascenso a lo grande, a lo bestia, varias jornadas antes del final del campeonato.

Y que lo ha hecho con sus propias ‘vacas sagradas’, que, contrariamente a lo que ocurre en ‘can Barça’, van firmando autógrafos por Palma, convertidos, ciertamente, porque se lo merecen y porque la gente los considera así, como los grandes héroes de esta gesta.

Son el guardameta Manolo Reina, de 36 años, sí, sí, vayan tomando nota de las edades; el central Antonio Raíllo, de 29; los centrocampistas creadores y también, también, peleones, Salva Sevilla, de 37, y Dani Rodríguez, de 32 y el goleador Abdón Prats, de 28, casado con la hija del técnico argentino Héctor Cúper ahora, vaya, vaya, seleccionador del Congo. Tremendo.

Inquietud

Repito, podríamos escribir de esa gesta, pero noto una cierta inquietud en el entorno barcelonista sobre los dineros del Barça. Los hay (y podría dar nombres, pero ya saldrán ellos si lo desean) que empiezan a tener la sensación de que el ‘més que un club’ va camino, si no lo es ya, de convertirse en una Sociedad Anónima Deportiva (SAD) encubierta.

Nadie duda de que la situación económica de la entidad es desastrosa, agravada por los múltiples despidos y, por tanto, finiquitos o cláusulas de indemnización que se están pagando para colocar, dicen, a gente de confianza (muchos piensan que a amigos), y también por la presumible limpieza y/o rebaja de fichas, salarios y premios que, al parecer, pretende implantar Joan Laporta como “final de ciclo”.

Ya saben ustedes que con el tema de la famosa y lamentable madrugada del aval en la que la directiva empezó a sacarse conejos de la chistera con nombres propios como Jaume Roures, José Elías, Eduard Romeu y el ‘amigo invisible’ de los 10 millones de euros de Laporta, hubo mucho ruido y más de una sospecha que, tal vez, en el futuro se pueda descubrir. Tal vez.

Y ahora llega el crédito de 500 millones de euros de los angelitos del fondo de inversión norteamericano Goldman Sachs, que ya aportó 90 millones de euros para el Espai Barça y ofreció un plan de financiación del nuevo Camp Nou por valor de los 815 millones. Se llama ‘fondo de inversión’, es decir, que invierten. Y si invierten es para ganar, para mandar, no para perder, no para estar mudos y contemplar qué hacen con su crédito.

Y es ahí donde yo, que jamás he pedido 500 millones de euros, ni conozco a nadie que lo haya pedido, he preguntado y, claro, los que saben me han contado que cuando alguien te deja esa cifra “para salvar de la quiebra al club” (o a quien sea), quiere un plan de negocio creíble para asegurar que le devuelven lo prestado, pone controles y, desde luego, manda mucho”.

“Lo que hará ahora Goldman es poner lo que se denominan ‘covenants’, es decir, obligaciones financieras, es decir, no pasarse de esta deuda, no gastar más de... etc, que el Barça tendrá que cumplir a rajatabla”. Los ‘covenants’, me cuentan los expertos, son, esencialmente, una cláusula incorporada a un contrato de préstamo. Su finalidad es ‘garantizar’ al prestamista el retorno de su crédito. La intención del acreedor no es otra que obligar al deudor a operar de una manera financieramente prudente.

Todo el mundo cuenta que Ferran Reverter, el nuevo CEO que aún no se ha incorporado del todo, es un lince y, por tanto, igual ha pedido ya más de un préstamo de 500 millones de euros o más, o más. Todo el mundo sabe que la amistad de Laporta con el popular y mediático economista Xavier Sala i Martín, un auténtico catedrático, dicen, de los números, le ha de servir de algo, aunque no esté, cuentan, dentro del club.

Pero, ciertamente, no me extraña que exista ya un numeroso grupo de socios y abonados que piensen que con esta deuda (se habla de 1.173 millones de euros, aunque la cuádruple ‘due diligence’ aún no ha aparecido), los curiosos avalistas de la junta y el préstamo del interesado fondo norteamericano, el futuro nombre del Barça sea Goldman Club Barcelona. Se lo ven venir aunque, ya les digo yo, que Laporta y Reverter pasarán la asamblea de compromisarios con matrícula de honor. Y, sino, al tiempo.