El FutFem, entre el runrún y el trantrán

Futbolistas de la UDG Tenerife

Futbolistas de la UDG Tenerife / @UDGTenerife

Marc Menchén

Marc Menchén

El FC Barcelona es el campeón de la Champions League. La Selección es campeona del mundo. Un total de 60 jugadoras de la Liga F disputaron el Mundial y 23 de ellas llegaron a la final. Y, sin embargo, también tenemos a un expresidente (o presidente suspendido, al menos) repudiado mundialmente por su actitud durante dicha final y poner el foco de la presión sobre la jugadora Jenni Hermoso, a la que besó sin consentimiento. Y una Liga F que, por segundo año consecutivo, no empezará a tiempo por una huelga, en 2022 de las árbitras y en 2023 de las propias jugadoras. Quieren mejores condiciones, y es lícito. 

Pero sería importante saber de dónde venimos, en qué punto estamos y los riesgos de correr más rápido de lo que dan las piernas. Demasiado runrún para dar la falsa sensación de que esto va al trantrán.

El fútbol femenino era una promesa en 2018, cuando se empezó a ver el potencial que podía tener la disciplina si se la potenciaba. En una primera fase, fue Iberdrola como patrocinador principal y Mediapro como operador audiovisual los que dieron un primer trampolín para que los clubes de LaLiga decidieran invertir más decididamente. Después llegó el momento de la profesionalización, y la pérdida de cierta perspectiva entre la realidad económica de la disciplina y lo que proyecta.

El seguimiento del fútbol femenino se ha disparado y las audiencias así lo avalan, no sólo las de eventos puntuales como el Mundial, sino las que importan: las de toda una temporada en la televisión de pago y las de seguimiento de los equipos y las jugadoras en redes sociales. 

La asistencia también ha crecido y por suerte todos los partidos ya se juegan en estadios y no en campos de entrenamiento de las ciudades deportivas. Es decir, que se están sentando las bases para la monetización directa de los fans, pero también para que las marcas ya consideren el FutFem como un paquete de activos que no se les tiene por qué regalar por firmar con el masculino.

Y todo esto lleva tiempo. No hay que olvidar que los clubes -mayoritariamente de LaLiga- asumieron unas pérdidas de 20 millones de euros en 2021-2022 para financiar la profesionalización de la categoría, que tiene una parte de mejora de las condiciones salariales, pero una aún más relevante, que es la de mejorar las estructuras organizativas y tener personas pensando el 100% de su tiempo en cómo hacer crecer esto. 

Porque sí, hay negocio y eso ha hecho que el salario medio se haya doblado en poco tiempo, pero el gap entre lo que cuesta y lo que genera aún es tan amplio como el que existe entre la percepción y la realidad del fútbol femenino