Eurocopa: no le pidamos peras al olmo

La selección española, en la Eurocopa de 2012

La selección española, en la Eurocopa de 2012 / EFE

Guillem Balagué

Guillem Balagué

Hubo un tiempo en que las Eurocopas y los Mundiales servían de referencia para entender hacia dónde se dirigía el fútbol. La suerte tiene un valor fundamental superior al de la mayoría de deportes, especialmente ahora que los resultados son tan ajustados, y un campeonato donde se gana tras jugar siete partidos no debería utilizarse para marcar tendencias, pero históricamente los planteamientos exitosos se replicaban a nivel de club.

Desde aquel Brasil del 4-2-4 de 1958, al 5-4-1 defensivo de Italia que les llevó a la final del Mundial de 1970, pasando por el 3-5-2 alemán del 90 o el 4-2-3-1 español, los torneos veraniegos ayudaron a discernir cómo defender mejor, el valor de la posesión o la especialización de los roles. Pero me da que eso ya se acabó. El estilo de las victorias de Portugal y Francia en 2016 y 2018, basados en defensas profundas, no fue repetido por grandes equipos europeos. La afición y los que mandan en los clubs exigen más. Pero en todo caso los seleccionadores no tienen tiempo de establecer su impronta (comparen las dos semanas de preparación con los casi seis meses que Menotti tuvo con Argentina antes del Mundial del 82) y nadie busca imponer ideas complejas, lo cual va en contra de la realidad del fútbol. 

El resto del año se dirige hacia la fase Terminator: la flexibilidad de los jugadores y de los equipos va en aumento, cada vez se mezclan más los roles, se hace más compleja la fase atacante como consecuencia de los estrictos y definitivos sistemas defensivos, se empieza a jugar de un modo y se pasa a hacerlo de varias maneras diferentes dependiendo de lo que pida el partido. Ese es el presente y el futuro del juego. Durante los veranos, a los seleccionadores solo les queda una cosa por hacer: escoger exactamente en qué gastar la energía, la suya y la del grupo. Por lo que le he escuchado a tres de ellos en privado, en esta Eurocopa se plantean principalmente defender bien y mucho (se presionará arriba más que nunca, eso sí), esperan que el jugador desequilibrante desequilibre y aspiran a encontrar un discurso y que cale (el nosotros contra el mundo, por ejemplo). 

Como mucho veremos en las próximas semanas la confirmación de que estamos en una guerra filosófica entre la presión alta y continua, y la posesión mezclada con transiciones rápidas. Así que esta Eurocopa tan rara será más un pequeño espejo de lo que hay que una fuente de descubrimientos tácticos o colectivos.