La dimisión de censura no existe

Bartomeu y Jordi Farré, en una imagen de archivo

Bartomeu y Jordi Farré, en una imagen de archivo / sport

Ivan San Antonio

Ivan San Antonio

Joan Laporta ganó la moción de censura que Oriol Giralt presentó en su contra en 2008. Lo hizo pese a perder la votación, un 6 de julio, porque los estatutos del Barça dicen que, para echar a un presidente, deben quererlo dos terceras partes de quienes participan en el escrutinio. Además, es condición imprescindible que la participación supere el 10% o, lo que es lo mismo, un mínimo de 14.346 socios voten. Teniendo en cuenta las cantidades de firmas validadas por la Mesa del Voto, Bartomeu lo tiene todo en contra para acabar su mandato.

Quienes han promovido la moción, con Jordi Farré a la cabeza como firmante número uno, pero también los grupos que forman la plataforma ‘Més que una moció’, además de los precandidatos Víctor Font y Lluís Fernández, piden que Bartomeu y su junta abandonen el club de forma inmediata. Y puede que así sea, pero, en este caso, estaríamos hablando de una dimisión de censura, no de un voto de censura, lo que supondría que 20.000 socios tienen más fuerza que todos aquellos que puedan acudir a las urnas para decidir si Bartomeu debe seguir o no. El voto de censura está pensado para dirimir el descontento de la masa social en las urnas, no con las firmas, que es solo el procedimiento previo a la gran fiesta de la democracia. Pedir la dimisión de la junta es lícito, pero quien preside un club como el Barça debería someterse a la censura de quienes le han votado y de quienes no lo han han hecho. O de quienes lo han hecho y han cambiado de opinión por el camino. Bartomeu tiene derecho a conocer quien le sigue apoyando, aunque el resultado no le acabe gustando.