Una derrota que sí genera muchas dudas

Real Madrid - FC Barcelona

Real Madrid - FC Barcelona

Lluís Mascaró

Lluís Mascaró

El clásico no es decisivo. Quedan todavía 29 jornadas de Liga por disputar. Un total de 87 puntos en juego. Un infinito. Pero, como dijo el propio presidente Laporta horas antes del encuentro, el ganador sale reforzado y el perdedor queda tocado. Para el Barça era especialmente vital lograr el triunfo. No solo para reafirmar el liderato, sino para recuperarse psicológicamente tras el fracaso en la Champions. Por eso el mazazo es doblemente doloroso. Porque significa otro durísimo golpe a la frágil moral de un equipo en construcción y porque genera más dudas sobre la capacidad competitiva de este nuevo Barça ante los grandes rivales. En el Bernabéu vimos un Barça sin alma, superado claramente por el Madrid y, lo que es peor, sin capacidad de reacción. Con jugadores que no están al nivel que necesita un equipo que debe luchar por los títulos y un entrenador desesperado por la impotencia de no poder cambiar la dinámica negativa en la que se ha instalado el conjunto blaugrana. Un Barça que se enfrenta además a un calendario demoledor en la segunda quincena de octubre: Villarreal, Athletic, Bayern (ya intrascendente) y Valencia.  

El Madrid hizo muy poco en la primera parte. Pero hizo suficiente para irse al descanso con un 2-0 a favor en el marcador. Dos zarpazos blancos (primero Benzema y después Valverde) bastaron para noquear a un Barça espeso en ataque y débil, muy débil, en defensa. El equipo de Ancelotti impuso su intensidad, su velocidad y su verticalidad ante la pasividad del conjunto de Xavi, maniatado por la excelente presión de los locales. No tenía respuesta el Barça al juego compacto que planteaba el Madrid. Ni ideas en el centro del campo ni profundidad por las bandas. Una única oportunidad clara de Lewandowski (que envió el balón a las nubes) fue todo el balance de los blaugranas en unos primeros 45 minutos para olvidar.

Ante la incapacidad mostrada por su equipo, Xavi inició un carrusel de cambios en la segunda parte, dando entrada a Jordi Alba, Gavi, Ferran Torres, Ansu Fati y Kessie. Sin duda, la presencia de Ansu Fati modificó el panorama del encuentro, porque hizo más en veinte minutos que Dembélé y Raphinha juntos en todo el partido. De las botas del canterano, precisamente, nació el gol de Ferran, que dio cierta ilusión a los culés, hasta que Rodrigo provocó un penalti que sentenció el 3-1 definitivo. El Barça perdió el partido, perdió el liderato y, sobre todo, perdió imagen. Esta vez ni siquiera hay la excusa del arbitraje. Este Barça está muy lejos de su mejor versión. Y eso es preocupante.