Dedos que, por desgracia, señalan un camino

Lucas Ocampos, víctima de un obsceno acto en Vallecas

Lucas Ocampos, víctima de un obsceno acto en Vallecas / DAZN

Carme Barceló

Carme Barceló

Una niñatada. Una tontería. Así definió el futbolista Camello que un menor que estaba entre el público le metiera el dedo en el culo cuando iba a realizar un saque de banda. Cuando los micrófonos de El Chiringuito de Jugones le dieron la oportunidad de meditar mejor su opinión -y/o rectificar- el jugador del Rayo Vallecano consideró que “es algo feo, pero ya está”. Pues no, querido, no está.

La acción es inaceptable, se mire por donde se mire. Es una agresión y punto. La víctima, Ocampos, mostró un autocontrol digno de encomio, le recriminó su actitud, se lo comunicó al árbitro, pensó automáticamente en sus dos hijas y optó por no volverse hacia el chaval. A su alrededor, actitudes distintas que iban de las risas (muchas) a la recriminación (pocas). El sevillista optó por denunciar el hecho sin globalizar ni culpar al Rayo Vallecano.

En sus declaraciones, señaló al agresor y también a Camello. “Siempre hay un tonto, pero tocarle el culo a alguien no es ninguna niñatada”. Exacto. No lo es porque, por desgracia, es una radiografía de lo que está sucediendo en la sociedad española y de la que ya tenemos datos estadísticos. Les invito a revisar los datos que maneja el Ministerio de Igualdad sobre la percepción social de la violencia sexual. O, si bajamos a la tierra más cercana, lo que escuchamos en nuestro entorno y leemos en las redes sociales sobre actitudes como la de este menor en Vallecas. “No hay para tanto”. “Es un crío”. “Vaya piel más fina tienen algunos”. “Ocampos se irá a su casa tan tranquilo, que no le pasado nada”. Frases que son sinómino de lo que verbalizó públicamente Camello casi a pie de campo.

Pocos minutos más tarde, Jenni Hermoso se convertía un día más en ‘trending topic’. Y no era precisamente por la denuncia de la jugadora en su cuenta de Instagram, en la que compartió un audio donde un hombre la insultaba y amenazaba de muerte. Por desgracia, lo que vive no es algo puntual. Pero hay un día que te hartas y decides mostrar lo que vives a diario tras denunciar una agresión. ¿Consecuencia? Que algunos unieron ambos casos y retorcieron, de nuevo, la situación vivida por la futbolista el pasado verano.

En lugar de denunciar lo sucedido en el Rayo-Sevilla, la atacaron a ella. Que algunos olvidan que, en el caso de Hermoso, se sumó también un abuso de poder. Que algunos creen que ambos casos son una absoluta chorrada. Que, insisto, piensan que no hay para tanto. Cuánto falta por hacer y por educar. Cuán necesario es denunciar, repudiar y castigar a quienes protagonizan conductas que afectan a la dignidad de una persona.

Mientras escribo este artículo, pienso en lo que no se ve tanto. En lo que retrata a una parte de la sociedad que crece y que duele. Como esos comentarios que me llegaron cuando compartí la bonita iniciativa del Espanyol el pasado octubre en a que los jugadores saltaron al campo con once perros para ser adoptados. “Eso son mariconadas”, leí y me dijeron. Esto, también, es lo que hay. Qué pena.

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