Cuestión de sentimientos

Clubs y selección. Voy a confesarles algo. Jamás creí en las posibilidades de España en este Mundial. Desde que conocí el sorteo aposté a que no pasaría de cuartos de final. Había fijado la barrera imaginaria en el duelo contra Brasil, pero el fracaso llegó incluso antes de lo que había esperado. No se trata de hacer leña del árbol caído pero estoy convencido de que el fútbol español no logrará jamás un éxito a nivel de selección. Puede sorprender que diga esto cuando los dos campeones de Europa -Champions y UEFA- juegan en la Liga de las Estrellas: Barça y Sevilla. Pero una cosa son los clubs y otra muy diferente el combinado estatal. Falta espíritu competitivo y, sobre todo, conciencia colectiva.

¿El equipo de todos?. La unidad del estado no pasa, como algunos comentaristas nos han querido hacer creer, por apoyar incondicionalmente a la selección cantando el 'A por ellos'. Ni una victoria en el Mundial hubiera aumentado el sentimiento patriótico. España no es como Argentina, Brasil, Italia o, incluso, Inglaterra o Alemania. En todos estos países la selección está, en la mayoría de los casos, por encima de los propios clubs. Y todos los aficionados, sean del equipo que sean, se sienten identificados con los colores de su bandera. Aquí no. Por mucho que algunos nos vendan que esta selección es de todos: vascos, catalanes, gallegos, andaluces, extremeños, madrileños...

No hay término medio. No es sólo una cuestión política -que también- sino de sentimientos. No puede demonizarse a nadie porque sienta indiferencia ante los resultados de España, como tampoco puede obligarse a ningún catalán a que sea del Barça. El fútbol es una pasión que no entiende de razones. Por eso aceptamos a los que ya daban a la selección de Aragonés como campeona tras golear a Ucrania y también entendemos a los que ahora se rasgan las vestiduras por no haber ganado a nadie. Dicen que la virtud acostumbra a estar en el término medio. Aunque eso es muy aburrido...