Calma ante los fiscales de Xavi

Salvo milagro, el barcelonismo asume ya su segundo desembarco consecutivo en la Europa League. Sucederá si el Viktoria Plzen no es capaz de puntuar en Milán y convierte en un trámite la visita del Bayern a la nueva casa de Lewandowski. En realidad, el drama se digirió con el empate ante el Inter, pero eso no va a evitar una nueva oleada de críticas y desprestigio hacia el proyecto azulgrana y, en especial, hacia Xavi Hernández.

En los mentideros del antixavismo, se aguarda la probable eliminación del Barça casi como una ejecución pública, un espectáculo de luz y color al servicio del descrédito de una figura que les produce pavor. Porque aunque sea a la larga, siguen temiendo que pueda trasladar a su carrera de entrenador sólo una parte del éxito que obtuvo como futbolista.

Xavi fue el emblema de ese estilo que tildan de excluyente, uno de los estandartes del mejor equipo de la historia, lideró la mejor selección española que nunca hubo ni habrá, colonizó el Bernabéu con humillaciones irrepetibles y, una vez en Qatar, mandó mensajes inequívocos a favor del derecho a decidir. Un cóctel inasumible para quienes nunca fue santo de su devoción. Xavi lo sabe, acepta la presión y espera que el club le acompañe en este viaje. De momento, tras caer en el Clásico ha demostrado que lleva un entrenador dentro.

Le pedimos que moviera el árbol y lo ha movido. Cuarto centrocampista, protagonismo a Frenkie, alternativas en los extremos y vuelo de laterales. 7-0 de parcial como respuesta al miedo post Madrid. A Xavi hay que exigirle avances que le acerquen a los títulos, que el público se identifique con lo que ve y apretarle cuando se equivoque. Pero si la intención es recuperar la hegemonía a través del cómo, la clave la dió Pep en 2011... “Si ganamos, el modelo no se cuestiona. Cuando se pierde, hay dudas. Ahí es cuando más hay que creer en él y no abandonarlo”. Calma.