Opinión

Bésame, ¡bésame mucho!

Archivo - Luis Rubiales, President of RFEF, is seen during the press conference of Jorge Vilda to give the players list for FIFA Women’s World Cup celebrated at Ciudad del Futbol on June 12, 2023, in Las Rozas, Madrid, Spain.

Archivo - Luis Rubiales, President of RFEF, is seen during the press conference of Jorge Vilda to give the players list for FIFA Women’s World Cup celebrated at Ciudad del Futbol on June 12, 2023, in Las Rozas, Madrid, Spain.

Rubiales... Aunque de rubio tiene poco y no destaca por su cabello, de abuso desmelenado, va indecente y descaradamente sobrado. A mí la selección española de lo que sea, desde el respeto, me interesa más bien poco, pero el domingo, entre que participaba alguna amiga y que otras, sin conocerlas, visten profesionalmente de azulgrana, me quedé irremisiblemente enganchado a la final de la Copa del Mundo femenino hasta el último segundo haciendo esperar a mi hijo para ir a la mejor playa del país, la de mi albino Sant Pol.

Qué partidazo hicieron las muy bribonas… ¿Víctimas ellas? Ni la reina ni infanta alguna se encontraba en el estadio al lado del personaje que se tocaba los huevos en el palco. Las monarcas, las auténticas reinas del futbol, sus majestades “Las mejores”, estaban sobre el verde dejando sobre él siglos de hispano desprecio por un género que en televisión aparecía exclusivamente hace bien pocas décadas para publicitar lavadoras, detergentes o licores servidos de manera sumisa a inefables maridos tras impostadas jornadas de trabajo. 

Y España ganó, y llegó el momento de la entrega de galardones, y el presidente de nuestra real federación, sobre la tarima, se dispuso a felicitar a unas mujeres que se encuentran enfrentadas al organismo que él representa por su nula complicidad, generosidad, solidaridad y respeto hacia una sección, la femenina, por la que ni lucha ni cree ni muestra el más mínimo interés. Y Rubiales comenzó el espectáculo, y ante más de mil millones de espectadores, empezó a abrazar, a acariciar, a levantar del suelo estrujando el pecho de las profesionales contra su fornido y casi cincuentenario tórax, y a besar caras y cuellos de manera tan exagerada como inapropiada. Desde casa, no daba crédito al esperpéntico espectáculo y a la incomodísima situación que teníamos ante nuestra mirada, y en el momento que asiendo con fuerza y con ambas manos la cara de Jenni Hermoso para prensar sus labios a los de la madrileña, sentí rubor, incomodidad y repulsa ante lo que estaba sucediendo ante el mundo entero.

Y Rubiales, en el momento de escribir este artículo, sigue ahí imperturbable y un servidor, que dirigió la campaña de su vicepresidente primero, Joan Soteras, a quien cree conocer bien, no puede evitar pensar en la incomodidad que debe sentir el dirigente vallesano, hombre de valores, orden y buenas maneras, que seguramente será llamado tarde o temprano a coger las riendas que deje su desmedido presidente. ¡Qué asco, qué vergüenza y qué pena! Y solo espero que, como reza la canción, tras el beso… Que sea esa noche… La última vez.