Barcelonismo sociológico

La época gloriosa del Barça no logró desterrar ‘tics’ del pasado como el victimismo cuando las cosas no salen bien

escudo barça

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Joan Cañete Bayle

Joan Cañete Bayle

Durante la etapa dorada del Barça del siglo XXI, la de Messi, Xavi, Iniesta, Puyol, Piqué, Guardiola, Suárez, etcétera, la que empezó con la sonrisa de Ronaldinho y acabó en Lisboa con un 2-8 y un año después con las lágrimas de Messi, a menudo pensaba que aquel equipo glorioso no sólo había cambiado el fútbol, sino que también había cambiado el club. Acostumbrados al nuñismo, el gaspartismo y al victimismo con el que se camuflaban la mala gestión y las pésimas decisiones, aquel Barça permitía pensar que habían terminado los tiempos de la madriditis, las injusticias históricas, los agravios comparativos y los nombres de árbitros recitados como una letanía. Gracias a aquel equipo, hablábamos de fútbol y nos olvidamos, al fin, de la leyenda negra tan apegada a la historia del Barça. ‘Ellos’ ya no eran una conspiración que quería hundir al Barça, sino algo más terrenal: los equipos a los que el equipo derrotaba en el césped.

Entonces era el madridismo quien sufría barcelonitis: el Barça tenía al mejor del mundo, jugaba como nadie, ganaba muy a menudo, generaba admiración y era la columna vertebral de los triunfos de España en dos Eurocopas y un Mundial. El madridismo, en cambio, seguía al dedo de Mourinho, tenía un crack espléndido pero envidioso, se agarraba al villarato, y veía con pasmo lo que sucedía en el campo. Ese madridismo sociológico, por usar el término que recientemente acuñó Joan Laporta, parecía que no se recuperaría del disgusto de que la mejor España de la historia fuera el mejor Barça más un portero, un central y un medio centro (redundante) blancos. Y es cierto que aún hoy no lo ha digerido. Más que los títulos, aquel Barça era la esperanza de que podíamos cambiar nuestra forma de ser.

Pero no sucedió. Una triple crisis sacudió al Barça (económica, institucional y deportiva), causada por la mala cabeza de sus dirigentes (la pandemia afectó a todo el mundo, no sólo al Barça), y en tiempos de vacas flacas el club ha vuelto por donde solía: que si el equipo del régimen, que si el madridismo sociológico. Son cortinas de humo para ocultar no sólo el caso Negreira (feo, feo, feo), sino la indisimulable decadencia del club, que ve ahora como una heroicidad superar la fase de grupos de la Champions y es incapaz de pujar por los mejores jugadores del momento.

El madridismo sociológico existe, pero también hay un barcelonismo sociológico, ‘cofoïsta’ (“El mejor equipo del mundo”), cainita en términos internos (el famoso entorno, que a menudo confunde pluralidad con filias, fobias, bandos, resentimiento, postureo y revanchas), victimista y fatalista, que devora entrenadores y jugadores, tan contradictorio e incoherente que suspira por la Champions y al mismo tiempo menosprecia las de los demás; ni siquiera un representante del Barça más moderno, Piqué, puede evitar la tentación de hacerlo. 

Duele, porque podría haber otro Barça. Lo pensé viendo la serie ‘Ted Lasso’, fenómeno mundial, producto estadounidense, que en su tercera temporada incluyó un cameo de Pep Guardiola porque su forma de entender el juego es ejemplar en medio mundo. El madridismo sociológico detesta a Pep; el barcelonismo sociológico hizo imposible que siguiera en el club. Hoy, su nombre está ligado al del Manchester City en el imaginario global, y no al del Barça. Podría haber otro Barça, que gana por méritos propios y que, cuando pierde, es por mérito del rival, un Barça que no habla de sociología, política ni tribunales, sino de deporte, un terreno en el que tiene mucho que ganar porque es una entidad sin duda referente en el mundo entero. Un barcelonismo que habla de sí mismo y no se molesta en poner lonas frente a los estadios de los otros.

Hay, además, otra vertiente del barcelonismo sociológico. Los seguidores de otros clubs catalanes podrían hablar de ello, el Espanyol en fútbol o el Joventut en baloncesto. Si el presidente del Barça se queja del madridismo sociológico presente en los medios, las empresas, la política y la sociedad españolas, ¿qué podrían decir los seguidores de estos equipos respecto el Barça y Catalunya? Demasiado a menudo, al Barça, que pasea con orgullo su condición catalana y catalanista por el mundo, se le atribuye la única representación del deporte catalán. Y no es así.