Barça, Athletic y el lento regreso a la sostenibilidad

Joan Laporta, presidente del FC Barcelona, en la Ciutat Esportiva Joan Gamper

Joan Laporta, presidente del FC Barcelona, en la Ciutat Esportiva Joan Gamper / AFP

Marc Menchén

Marc Menchén

Cada temporada ha sido crucial para el FC Barcelona desde 2019-2020, y este 2022-2023 no va a ser distinto. Con el club mudado a Montjuïc, este ejercicio presenta el desafío de encauzar definitivamente la sostenibilidad económica sin recurrir a la venta de activos que no sean jugadores. Y, sobre el papel, la junta directiva cree que podrá conseguirlo. Decimos sobre el papel porque el plan aún no está completo, y en las próximas semanas deberemos ver qué obligaciones de reducción de gasto se ha impuesto adicionalmente Joan Laporta, además de por dónde aspira a encontrar nuevos ingresos que eleven la facturación a 859 millones de euros.

En esa cifra se incluyen unos 80 millones en plusvalías por traspasos, y entre los interrogantes que deben resolverse es si el plan remitido a LaLiga incluye aún más ventas no hechas que se confía realizar en los próximos mercados de invierno o ya en junio. Porque todo apunta a que la decisión es no reducir más la actual masa salarial del primer equipo, para dejarla en torno a 405 millones de euros, y que la decisión de recortar 25 millones en el resto de las secciones no será tan inmediata. Más allá de debates

A partir de aquí, hay interrogantes que exigen respuestas pensando en el medio y largo plazo. El primero, ¿el recorte presupuestario en las secciones va a ser temporal o se va a asumir que mantener el nivel deportivo o no mermarlo en exceso es compatible con menos recursos? ¿la estructura de costes de este año, con la vuelta al Camp Nou, se podría mantener si necesidad de obligarse a vender jugadores cada verano? Porque la realidad, y así lo releja el límite salarial que LaLiga concedió al Barça en verano, el agujero operativo hoy continuaría estando en torno a los 100 millones de euros. Y sabiendo que se ha tocado hueso en lo esencial, que es el fútbol, ese desfase debe cubrirse con ventas o ahorro.

En España, el Barça no es el único equipo que se encuentra en esa situación. De hecho, el Athletic Club ha transitado por un proceso similar sin tanto dramatismo y jugando otras cartas. Los vizcaínos venían de acumular una hucha de más de 120 millones antes de la pandemia y llegarán a 2024 habiéndola consumido por completo. Eso sí, han podido rebajar el déficit estructural de 40 millones a unos 16 millones de euros. Y ellos también se han dado aún otro año de margen para resolver su situación, en su caso muy influenciada por su prolongada ausencia en competiciones europeas.

La ‘next gen’ del negocio del deporte

En España se habla de la generación del 92, no sólo para referirse a los atletas que lograron medalla olímpica, sino también a aquella legión de 35.000 voluntarios que fueron clave en la ejecución de los Juegos. De allí salieron profesionales que han ocupado altos cargos posteriormente en algunas de las principales propiedades deportivas del país (Tatxo Benet, Albert Baronet, Sandro Rosell, Albert Agustí…). Y la historia podría repetirse con la Copa América, que quiere 2.300 personas para garantizar el funcionamiento del evento.

La búsqueda de estos perfiles es una constante, especialmente cuando se acercan grandes acontecimientos que necesitan de mucho personal para un corto periodo de tiempo. Y al final, no dejan de ser una especie de prácticas -yo diría que casi un máster de gestión- en eventos únicos, al tiempo les abren las puertas de grandes organizaciones para empezar a meter la cabeza.

También hay proyectos más sostenidos en el tiempo, como el de la Federación Española de Baloncesto con CaixaBank. Una idea que debutó precisamente con el Mundial de 2014 y que casi diez años después ya acumula 23.000 participantes. Y con algunos de ellos habiendo conseguido pasar a trabajar en la organización.