Ayudar a quien no quiere ser ayudado

El problema no es un gol mal anulado, sino estructural, es más profundo

El problema no es un gol mal anulado, sino estructural, es más profundo / IGNASI PAREDES.

Ivan San Antonio

Ivan San Antonio

Luis Enrique se muerde la lengua cada vez que le preguntan por los árbitros. “Hay que ayudarles”, pide. Una forma elegante de quejarse. Porque solo aquel que tiene un problema, algo que solucionar, necesita ayuda. La frase la firmaría cualquier entrenador o futbolista, pero carece de sentido, no tiene ningún valor porque, para llenarla de contenido, es imprescindible que quien necesita ayuda la acepte.

Ese es el gran problema del arbitraje español, un colectivo opaco que es parte activa (y decisiva) de un negocio multimillonario que se nutre, en un porcentaje altísimo, de vender su producto. El colectivo arbitral es una anomalía en el circo mediático que es hoy en día el fútbol. Esto no va de tecnología, que también, sino de la necesidad y la voluntad de modernizarse, de integrarse en un mundo que les permite tener un nivel de vida privilegiado. ¿Por qué no hacen declaraciones? ¿Por qué se esconden? ¿Por qué su máximo responsable, Sánchez Arminio, lo es desde 1993? El problema no es un gol mal anulado, es de base, estructural, es mucho más profundo.