La asencia de un cisne infravalorado

Frenkie de Jong prueba un disparo en un partido frente al Cádiz

Frenkie de Jong prueba un disparo en un partido frente al Cádiz / Valentí Enrich

David Bernabeu

David Bernabeu

Frenkie de Jong (Gorcum, Países Bajos, 1997) es uno de esos ejemplos que hay en el fútbol donde el relato, a veces, le gana a lo evidente. De Jong nació con un balón en los pies, flota con él, no le quema, cuánto más le aprietas más soluciones propone, sale como un cisne de la presión, domina el tiempo-espacio y en esas piernas propias del niño holandés que uno podría encontrarse jugando en cualquier camping de la Costa Brava, contiene arrestos para saltarse líneas, plantar al equipo en campo contrario o dibujar transiciones como si fuera el cartero del Zar.

La conducción del 21 azulgrana es elegante, escandalosa y sin réplica alguna en el concierto internacional. Eso es lo evidente, lo que se ve a una legua. Luego, viene el debate. El relato. Ese que nos recuerda su condición de mediocentro menos posicional, sin ancla, sin zona clara, influyendo en el juego más desde el recorrido que desde un puesto, dividiendo contínuamente para generar superioridades y ganando metros conduciendo, más que a través del pase. Para entendernos, todo el protocolo que no cabía en Busquets, tal vez el mejor mediocentro del modelo Barça de toda la historia.

Esa parte de la radiografía de Frenkie no es ninguna invención. Es correcta, pero el relato puede hacer dos cosas: o bien aceptar que el equipo pueda crecer al son de su perfil y de sus virtudes o bien alimentar que su fútbol no es el que más casa con las necesidades del Barça. Todo es respetable y legítimo, pero en 6 partidos, hasta su lesión, De Jong repartió 566 pases buenos, 95 por encuentro y firmó 43 recuperaciones, más de 7 de media. Objetivamente, tanto a la hora de acelerar, como de meter pausa o encontrar soluciones, el Barça sin Frenkie ha sido peor. Mucho peor. Si Joao Félix y Gavi dicen lo que dicen de De Jong y Romeu naufraga en Oporto sin él, habrá que convenir en que estamos ante un genio infravalorado. Ojalá volviera mañana.