Arabia $audí: toda decisión tiene consecuencias

Henderson, nuevo jugador del Ajax

Henderson, nuevo jugador del Ajax / Ajax

Àlex Calaff

Àlex Calaff

El dinero no da la felicidad, pero sí mucha comodidad. Futbolistas que ya estaban más que forrados cambiaron calidad de vida por varios millones más al aceptar el pasado verano las desorbitadas propuestas de Arabia. Seis meses después quieren abandonar a toda costa un 'paraíso' que se ha acabado convirtiendo en una ‘cárcel de oro’. La avaricia rompe el saco, supongo.

Muchos jugadores sacrificaron estabilidad, tranquilidad, y lo más importante, principios. ¿Para qué? Simplemente, para engrosar aún más sus cuentas. Quisieron venderse a un país que se limpia el culo con los derechos humanos y que evidentemente no les aporta el bienestar que sí tenían en otras partes del mundo.

Ya lo sabían de antemano, pero les dio completamente igual. ¿Y aquí, quién tiene la culpa? ¿Arabia por poner suculentas ofertas encima de la mesa? ¿O los jugadores que las aceptaron mirando a otro lado?

Parece que tenerlo prácticamente todo no es suficiente. Y con ello se han llevado por delante cosas que valen realmente la pena. Una peligrosa mezcla entre no valorar suficientemente lo que se tiene con siempre querer más. En este caso el detonante ha sido el dinero.

¿Qué reacción esperaba Jordan Henderson, uno de los máximos exponentes en la lucha LGTBI en Inglaterra, al poner rumbo a un país en el que se criminaliza la homosexualidad? Aunque pidió disculpas nada más firmar por el Ajax, fíjense si el dinero le cegó que incluso en su regreso a Europa se las ha ingeniado para no perder, precisamente, dinero. Según medios ingleses, habría aplazado el cobro de su salario de Arabia para no pagar impuestos en su país.

Karim Benzema, Roberto Firmino, Aymeric Laporte… Son muchos los que han mostrado su descontento con el país. Se están arrepintiendo de la aventura que arrancaron seis meses atrás. Pero toda decisión tiene consecuencias. Ahora las están pagando y quieren fugarse de una ‘cárcel dorada’ que les ha arrebatado una calidad de vida que ya tenían. Ellos lo han permitido. No hay que olvidarlo. La culpa la tienen las dos partes.