Amor (in)condicional

De Jong, Raphinha y Araujo se lamentan tras el gol de Hugo Guillamón

De Jong, Raphinha y Araujo se lamentan tras el gol de Hugo Guillamón / Javi Ferrándiz

Toni Juanmartí

Toni Juanmartí

A diferencia de otros clubes, el Barça tiene una gran suerte. Su fuerza magnética es tan potente que atrae a los mejores jugadores independientemente de cuál sea el momento de la entidad. Por su historia, porque en Barcelona jugaron infinidad de leyendas, por la ciudad, por el clima y, claro, también por su capacidad económica. Solo así se explica cómo jugadores instalados en dinámicas ganadoras como Lewandowski o Gündogan decidieron dejar sus respectivos equipos para vestir de azulgrana.

La seducción del Barça también aplica con jugadores jóvenes con hambre para comerse el mundo y, sobre todo, coleccionar títulos. Los Ter Stegen, Frenkie de Jong, Araujo, Pedri y compañía eligieron el club catalán porque veían en él el trampolín idóneo para alcanzar la cima futbolística. Hasta la fecha, solo el teutón lo ha conseguido. Lo hizo a los 23 años, cuando conquistó la Liga de Campeones de 2015. Y desde eso, la verdad, ha llovido mucho.

Una cosa es ser culé de nacimiento y otra, hacerse del Barça porque de niño lo has visto ganar en la televisión. La fidelidad de aquellos que han mamado el azulgrana desde la cuna siempre es mayor. Haría bien el club en tenerlo presente. Atrás quedan los tiempos en los que Víctor Valdés, Puyol, Piqué, Busquets, Xavi, Iniesta y compañía teñían de puro sentimiento el vestuario. Del teórico once de gala de hoy, solo Balde jugaba en el Barça antes de cumplir 10 años.

Perder quema y más en este transatlántico. Recapitulemos: ¿cuántas alegrías ha vivido Araujo desde que está en el primer equipo del Barça? ¿Y Frenkie de Jong? ¿Y Pedri? El listado de decepciones y noches amargas es, sin duda, bastante más largo. Es ahí donde reside el gran peligro. Si los problemas deportivos se cronifican, el club corre el riesgo de que algunas de sus piezas estructurales se desenamoren y opten por un nuevo desafío. Ni la fe ni el tiempo son infinitos y de la última semifinal de Champions han transcurrido ya casi cinco años.

Los generosos -y desorbitados- salarios que se han pagado en Can Barça durante mucho tiempo ejercían como atenuantes. Perder duele pero duele menos si el aspecto económico compensa parte de las frustraciones vividas en el campo. Sin embargo, el delicado momento que viven las arcas del club elimina dicho factor. Hoy por hoy, ni excelencia deportiva ni económica.

Ahora es el Bayern el que viene a por Ronald Araujo, pero mañana puede ser el Liverpool el que tiente a Pedri o Gavi. O el Manchester City a Frenkie de Jong. El tópico "nadie se quiere ir del Barça" sigue vigente, pero ojo con relajarse más de la cuenta. La carrera de los jugadores es corta y el fútbol ni empieza ni acaba en Barcelona. Como en cualquier relación sentimental, es importante ver un retorno. Y en los tiempos que corren, solo un argumento se mantiene de pie: el amor a los colores. ¿Hastá qué punto es incondicional el amor en el mundo profesional?