Ahora todos debemos tirar como animales

Fernando Alonso, en su Aston Martin.

Fernando Alonso, en su Aston Martin

Josep Lluís Merlos

Josep Lluís Merlos

Hacía tiempo que no disfrutaba tanto de una sesión de clasificación de un GP como la del sábado pasado. La vuelta de Alonso fue estratosférica, pero el tercer sector de Verstappen fue una maravilla.

Y el domingo: aburrimiento hasta la vuelta 52, y emoción a raudales a partir del instante en el que apareció la lluvia. Mónaco es así, para lo bueno y para lo malo. Y entre lo primero porque te permite ver, muy de vez en cuando, la extraordinaria calidad de quienes son capaces de triunfar en el tortuoso tobogán de sus calles.

Entre las muchas críticas que se han hecho a Fernando Alonso a lo largo de su dilatada trayectoria en la F1 se ha dicho muchas veces que la forma de terminar su relación con algunos equipos no fue la mejor.

Su manera de acabar con McLaren en su primera etapa con los de Woking, o con Alpine más recientemente, son una muestra. Está claro que el asturiano -que presume de ello- no pasará a la historia por su diplomacia. A sus casi 42 años, sin pelos en la lengua ni ninguna necesidad de quedar bien con nadie, el bicampeón siempre ha hablado claro y jamás se ha guardado nada en el buche. Le admiro por su estilo de pilotar, pero también por esa manera de hacer determinadas cosas (no todas, claro).

La forma como está motivando a los integrantes de Aston Martin debería estudiarse en las escuelas donde se supone que enseñan lo que es “crear un ambiente de trabajo en equipo”, eso que la modernura bautiza como “team building”.

Tras Mónaco Alonso suma 93 puntos. Para cualquier escudería que un piloto sea capaz de aportar ese botín en tan solo seis carreras es un exitazo, más allá de lo que supone la transformación de puntos en dinero como garantiza el baremo de premios gestionado por los promotores del certamen.

¿Cuánto hace que no veíamos a un conjunto de mecánicos tan hipermotivado con su piloto como el de Silverstone?. Razones no les faltan. Yo no creo en milagros ni en la magia, lo he escrito muchas veces. Sólo creo en el trabajo y en la realidad. Por ello hay que aplaudir el esfuerzo del equipo verde por la obstinación y el empeño en desmentir a quienes no confiábamos en sus promesas de mejora antes del inicio del campeonato. Mis felicitaciones, aplauso y disculpas.

Había mucha y fundada ilusión en ver materializada la posibilidad que Alonso obtuviera en Mónaco la anhelada victoria número 33. Fíjense si era factible que incluso José Luís Alonso, el padre del piloto, se dejó ver por el corralito tras mucho tiempo de no aparecer por los circuitos.

Y es que el segundo puesto en Mónaco, nueve años después de un resultado semejante, merecía la mayor de las celebraciones. Por supuesto. Alonso se ganó el derecho a poner un pie en el cajón más alto del podio. No pudieron ser los dos, pero más pronto que tarde sucederá.

La frase final a través de la radio es otro ejemplo de esa capacidad de motivación que tiene con su gente: "No puedo ir más rápido. Sea cual sea la posición final, es lo máximo que tenemos. Muy bien chicos, no estéis decepcionados. Sí, ¿quién hubiera imaginado esto hace dos meses?".

El sábado soltó un “He tirado como un animal” cuando se quedó a solo 84 milésimas de la pole de Verstappen. Y el domingo reflexionó: "Nosotros igual no somos los más rápidos; pero tampoco lo éramos en 2010 ni en 2012; y en 2010 llegamos a Abu Dabi, y en 2012 a Brasil con opciones de ganar el Mundial". Alonso continúa tercero, a tan sólo 12 puntos de Checo, segundo. Fernando no va a tirar la toalla, y en el Circuit llegarán más novedades para el Aston Martin. Ahora le toca a la afición “tirar como animales” desde la grada. Alonso lo merece; se lo ha ganado.

Cupra