MUNDIAL FEMENINO

Carta abierta a las jugadoras de la selección: perdón por no creer en vosotras

Esta selección femenina de fútbol estaba envuelta en un ambiente guerracivilista dentro y una euforia desmedida fuera

Salma Paralluelo clebra su golante Países Bajos junto a Alexia Putellas.

Salma Paralluelo clebra su golante Países Bajos junto a Alexia Putellas. / EFE

Fermín de la Calle

Yo no creía en ellas. Vaya por delante que me alegro como el que más de que se hayan clasificado para semifinales y sigan derribando barreras para hacer historia. Pero no voy a ser cínico, servidor de ustedes no creía en esta selección femenina de fútbol. Por muchas razones... 

Razones para no creer

Por el ambiente que había después del amotinamiento de las jugadoras. Por la actitud de un Vilda que en las ruedas de prensa a las que he ido siempre ha mostrado poca empatía y mucha frialdad. Por la ausencia de jugadoras como Mapi León o Patri Guijarro. Por el revanchismo del seleccionador al dejar fuera a Sandra Paños, a la que no perdona que también le señalara ella después de todo lo que la ayudó.

Por el mal momento físico en que llegaba Alexia Putellas después de la inactividad por la lesión. Por los bandazos de Vilda. Por la euforia injustificada de la prensa que sigue a la selección advirtiendo desde el primer que eran candidatas cuando nunca habían pasado una eliminatoria en un gran torneo. Por la distancia, el jet lag y el invierno neozelandés...

Argumentos para hacerlo

Y ahora, lo admito, me rindo a lo que están consiguiendo y a la forma en cómo lo están haciendo. Me rindo a la fe de las chicas en jugar un Mundial que desde el primer momento calificaron de "histórico". A la tenacidad de jugadoras como Alba Redondo, que ha explotado tras una gran temporada. Al crecimiento de futbolistas como Teresa Abelleira en el torneo. A la personalidad de Jenni Hermoso regresando a la selección y echándose al equipo encima. Al talento de Salma Paralluelo que siempre pide la pelota. A la veteranía de Irene Paredes que ejerce de capitana sin brazalete tras pasarlo muy mal en aquella rueda de prensa el día del motín. A Esther por confirmar lo gran capitana y gran jugadora que algunos sospechábamos que era.

A ese grupo en el que todas salen a ayudar. A una Alexia que ha asumido con humildad su rol y luce galones aunque no reciba el balón ni la titularidad. A un Vilda que ha leído bien los cambios en el equipo en los momentos decisivos del Mundial, tanto en el once como durante los partidos. A un equipo que levanta a España cada noche que juega para verlas pelear por un sueño como nos levantamos aquella del verano del 84 para ver a Corbalán, Epi, Itu, Fernando Martín, Romay y compañía jugar contra Michael Jordan y demás estrellas NBA en Los Ángeles.  

Advirtió Jenni Hermoso tras la goleada ante Japón: "Quien no quiera seguir en el barco de España que se baje". No seré yo uno de los que se baja porque nunca me subí al barco. Así que no leerán aquí aquello de "ya lo avisamos" o "se veía venir". No hay que ser Sherlock Holmes para darse cuenta que España tiene jugadoras de primer nivel mundial, pero también es fácil darse cuenta que como selección no había rendido nunca al nivel que lo hacen en sus clubes. Así que me alegro más aún de sus éxitos, por inesperados para mi.

Da igual si se cuelgan el oro, la plata, el bronce o la medalla de chocolate, porque la gesta de elevar el suelo del fútbol femenino ya la han coseguido. Ver a niños y niñas jugando en los parques con sus nombres en las camisetas es más que importante que ganar una Champions. Pero se darán cuenta de ello cuando pase el tiempo. Ahora que sigan soñando despiertas que se lo han ganado merecidamente, pese a las dudas de los escépticos como servidro. Vaya desde aquí mi felicitación, tan sincera como inesperada.