El VAR devuelve el fútbol a los futbolistas
Ceferin no es un hombre de VAR. El presidente de la UEFA prefiere controlarlo todo desde el despacho, que es donde quienes mandan toman las decisiones. Desde la perspectiva que da la posición que ocupa el hombre más poderoso del fútbol en Europa, su postura es mucho más inteligente que la de sus colegas de la FIFA.
El VAR resta capacidad de decisión, poder sobre el juego, la base de todo lo que mueve el fútbol. Lo que pasa sobre el césped es el elemento más incontrolable del deporte rey, que lo es, precisamente, por la atracción que supone la imposibilidad de predecir qué pasará. El VAR es un gol por la escuadra al poder porque, valga la redundancia, empodera a quienes deberían ser siempre los grandes protagonistas, los futbolistas. No es una ayuda tecnológica para los árbitros, de los que, en el futuro, nadie recordará su nombre, sino la fórmula que hace más justo el fútbol.
En pocos años, se hará extraño pensar que en el pasado los colegiados pitaban a pelo. Ya lo es hoy. O Ceferin acepta el VAR o el VAR acabará con él. Quienes hoy lo critican no se quejan del sistema: no apuntan a las imágenes, sino a las personas que las revisan, cuya subjetividad es ahora ínfima. No unirse a la revolución es aparecer en fuera de juego sin necesidad de revisión. El VAR hace del fútbol un deporte más justo y potencia el papel de los futbolistas, enterrando el victimismo y fortaleciendo la meritocracia.
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