La F-1 descubre que no hay otro lugar mejor que Montmeló, Barcelona y Catalunya

Entrenamientos libres del Gran Premio de España de Fórmula 1

Entrenamientos libres del Gran Premio de España de Fórmula 1 / Circuit de Barcelona-Catalunya

Emilio Pérez de Rozas

Emilio Pérez de Rozas

“Ven a verme, Emilio, por favor, ven a verme”. Y fui. Era el año 1990, yo había oído que había gente inquieta porque la construcción del Circuit de Catalunya, cuya primera piedra se había colocado en febrero de 1989, corría peligro. O tenías problemas. O se retrasaría. O se estaba disparando el precio. Y, antes de publicar nada, quise consultar la situación con Josep Lluís Vilaseca, magistral y providencial responsable de Deportes de la Generalitat, el hombre que hacía magia.

Fui a su despacho. Dejó su sillón tras la mesa, se acercó y se sentó frente a mí. Papá y él se querían horrores. Y, yo, por tanto, sentía una adoración especial por él. Puso sus dos manos sobre cada una de mis rodillas y, mirándome fijamente, me dijo: “Emilio, esto es una obra brutal, bestial, única y muy necesaria. Es verdad, tenemos dificultades, pero vamos a salir adelante. Necesitamos el circuito, es una obra vital para Catalunya, para Barcelona y para el deporte español. Catalunya ha sido pionera en el mundo del motor, necesitamos apoyar la creación, la construcción, de este maravilloso circuito, que será un éxito bestial. Créeme, Emilio, créeme, confia en nosotros”.

Los tres reyes magos

Yo no tenía intención alguna de publicar esa exclusiva, sin ser cierta. Y no lo era. Vilaseca me reconoció que pasaban por un mal momento, pero que todo iba a solucionarse. La Generalitat estaba apoyando y, sobre todo, Sebastián Salvadó, presidente del RACC, y Carmelo Ezpeleta, el hacedor del milagro, el responsable de la obra, trabajaba 24 horas al día, siete días a la semana, 365 días al año. La idea, el proyecto, el sueño no podía estar en mejores manos. Abandoné el despacho de Vilaseca convencido de que el Circuit sería la repera.

Y, hoy, cuando he visto a 120.000 aficionados pasándoselo en grande en Montmeló, cuando he visto los nuevos edificios de hospitalidad, el jolgorio que se organizó en Paseo de Gracia y Plaza Catalunya, con 40.000 fans de la F-1, cuando, pasados tantos años, veo que, en efecto, el Circuit es una de las obras emblemáticas del mundo del ‘motorsport’ que hay en el mundo, pienso en todos esos políticos, de todo tipo, condición y partido que, durante muchos años, han estado menospreciando la obra de Vilaseca, Salvadó y Ezpeleta. Una obra que, en cada gran premio, ¡parece que se les olvide!, deja en Catalunya más de 200 millones de euros, según datos del Gabinet d’Estudis Económics.

El otro día oí a Josep Rius, de Junts, criticar a Jaume Collboni, alcalde socialista de Barcelona, por tratar de ser “una copia de Madrid”. ¿Una copia de Madrid? ¿Sí? ¿Y? ¿Una copia buena? ¿Una copia mucho mejor? ¿Una copia que nos da vida, nos lanza (aún más) al mundo? ¿Una copia que deja un retorno de cientos de millones en casa? ¿Una copia ejemplar, mejorada, portentosa, divertida, brillante, espectacular?

Por favor, Catalunya fue siempre, siempre, cuna del motociclismo y del automovilismo. Aquí se inventaron muchas motos, muchos coches y hasta las carreras. Por vez primera en muchos años, un partido político, Esquerra, a través de Roger Torrent, ha escrito una Carta a los Reyes Magos de la F-1 y de MotoGP, lanzando un grito mayúsculo en el sentido de que, en efecto, y ellos lo saben, no hay nada como Montmeló, Barcelona y Catalunya.

No hay ningún otro enclave en el mundo que posea las ventajas, las virtudes y, sobre todo, el marco incomparable que el país del Circuit ofrece tanto a la élite de la F-1 como a sus miles y miles de seguidores de todo el mundo. Nadie tiene mar y montaña, nadie centra 42 estrellas Michelin en una misma ciudad, nadie posee los hoteles de esta área y las posibilidades de vivir experiencias únicas, turísticas, culturales, deportivas, de todo tipo. ¿Copiar a Madrid?, por favor, Barcelona no tiene, y menos en el mundo del deporte, del motorsport, del entretenimiento, nada que copiar a Madrid.

Y la obra se hizo

La F-1 pidió (mejor diríamos, exigió), que la ciudad se implicará más en la F-1. Pidió que hubiese más zonas de hospitalidad para gente VIP en el Circuit. Pidió que el país se lo creyera y todo el mundo respondió. Lo que Barcelona está viviendo estos días y que se cerrará este domingo con un GP espectacular en todos los sentidos ha provocado que el italiano Stefano Domenicali, CEO de la F-1 y buen amigo de Ezpeleta, se esté planteando que, además del GP de Madrid, en 2026, Barcelona pueda seguir con su gran premio.

Solo un apunte más: Vilaseca, Salvadó y Ezpeleta sabían, en 1990, que aquello por lo que ellos peleaban acabaría, algún día, en una apoteósica semana como la vivida, estos días, en Barcelona. Le guste o no al señor Rius.