Estas son las ciudades de España más masificadas por los cruceros

Barcelona, Palma y Valencia son, por este orden, las ciudades españolas que más cruceristas reciben al cabo del año, pero no son las más saturadas, puesto que su tamaño y población son también muy grandes. El récord de masificación en los puertos españoles a causa de los cruceros lo ostenta la ciudad de Ibiza, que, en relación a su población, es la que más cruceristas soportó en el año 2023.

Según ponen de manifiesto los datos definitivos de Puertos del Estado y otros organismos oficiales de estadística, la ciudad de Ibiza tenía en 2023 un total de 50.700 habitantes, pero durante ese año recibió nada menos que 548.969 pasajeros a través de los 188 buques de crucero que llegaron al puerto. Eso supone un promedio de 10,8 cruceristas por cada residente.

Esta cifra por habitante supera ampliamente la que registran los dos puertos tradicionalmente más importantes en la industria de cruceros en España: Barcelona y Palma. En la capital catalana, con 1,7 millones de habitantes, se recibieron en 2023 un total de 3,6 millones de pasajeros de crucero, es decir, un promedio de 2,1 cruceristas por residente.

En Palma de Mallorca, la congestión es mayor que la de Barcelona, pero muy por debajo de la de Ibiza. La capital mallorquina alberga 423.000 habitantes, y en 2023 el número de cruceristas fue de unos 1.900.000, lo que arroja una proporción de 4,49 pasajeros por cada habitante.

Las ciudades de Valencia y Las Palmas de Gran Canaria están prácticamente empatados en cuanto a número de cruceristas llegados en 2023, si bien la ciudad canaria ganó a la levantina en cuanto a densidad de pasajeros por habitante. Con 807.600 residentes y 781.000 cruceristas, Valencia tiene 0,96 pasajeros por habitante. Las Palmas, con 378.000 empadronados y 710.000 pasajeros, tiene 1,8 cruceristas por vecino. El puerto de Santa Cruz de Tenerife presenta una proporción de 2,8 pasajeros por residente.

Málaga recibe una cifra de turistas de crucero parecida a la de Ibiza, con 503.898 en 2023, pero se reparten entre una población local mucho mayor que la de la isla, con 586.384 habitantes censados, lo que da una media de 0,85 pasajeros por residente.

Llama la atención la situación de Menorca, que pese a formar parte también de Baleares, está muy lejos de la masificación que registran sus vecinas Palma e Ibiza. El puerto de Maó, ciudad de 29.900 habitantes, recibió en 2023 un total de 71.671 pasajeros, es decir, corresponden 2,39 a cada vecino.

Aumento del 62% en un solo año

Además, en Menorca se registró un descenso de cruceristas el año pasado con relación al anterior, todo lo contrario de que lo que sucedió en Ibiza, donde este tipo de turistas aumentó un 62%. Y es que, aunque el número de buques llegados fue muy parecido en ambos años, su tamaño es cada vez más grande, lo que aumenta la afluencia de pasajeros.

Todas estas comparaciones están referidas a las ciudades respectivas, pero incluso si se contabilizara la población de la isla entera, se sigue obteniendo una elevada proporción de pasajeros por habitantes en Ibiza. Toda la isla tiene 161.000 residentes que, repartidos entre los 548.969 cruceristas, arrojan una media de 3,4 turistas por habitante.

Al llegar los grandes cruceros al puerto ibicenco, una flota de autocares que aguardan en la explanada portuaria trasladan a los pasajeros a la ciudad antigua, aunque también a otros puntos de la isla, como el parque natural de ses Salines.

Hace pocos días, el Observatorio de Sostenibilidad de Ibiza emitió un comunicado en el que alertaba de la saturación cada vez mayor que sufre la isla y recordó los graves impactos ambientales que provocan los cruceros. Elisa Langley, bióloga del citado Observatorio, afirmó: “Esta actividad puede generar un impacto irreversible en nuestros ecosistemas marinos y costeros”. Ello es así, señaló, porque “estos buques vierten de manera continua agua de sentinas, aguas grises, aguas negras y de lastre”. Estas últimas “contienen en muchos casos especies invasoras” que acaban siendo liberadas al Mediterráneo. “A esto se suman los residuos sólidos, la contaminación ambiental y visual, y los daños que provocan, cuyas consecuencias a largo plazo apenas compensan los escasos beneficios económicos que aportan a la comunidad local”. Y, cada vez más, la contaminación lumínica que provocan estos gigantes del mar deslumbra tanto a los residentes de los puertos como a las especies marinas durante la navegación.

El debate social sobre la conveniencia de seguir aumentando el turismo de cruceros se extiende cada vez más. Mientras en Palma se han impuesto límites al máximo de buques que pueden llegar a su puerto, en Barcelona se plantea hacer lo mismo y también la alcaldesa de Valencia anunciaba este verano su deseo de restringir estas ciudades flotantes. 

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