Vuelta

Roglic da un golpe de autoridad a la general de la Vuelta

El corredor esloveno se aprovecha de la fatiga del líder Ben O’Connor y de Enric Mas en el puerto de Ancares para iniciar una ofensiva en toda regla hacia una cuarta victoria en la carrera

Sergi López-Egea

Tuvo a Nairo Quintana de gregario, sin que se le cayeran los anillos de ganador de la Vuelta y el Giro, podio en el Tour. Volvió el viejo Movistar, cuando Alejandro Valverde era el líder y el pequeño escalador colombiano rodaba por las carreteras del mundo como una de las grandes estrellas del pelotón. Tiraban camino de Ancares, una pared más que un puerto, ponían ritmo a un pelotón que iba rezagado de la fuga habitual porque Enric Mas se sentía pletórico, veía que era su día, que podía ser el protagonista de una etapa en la que Primoz Roglic fue el escogido, el que dio un golpe de autoridad; seco, profundo y con aires de ganador final.

Demasiada debilidad exhibió Ben O’Connor, todavía líder, pero con una diferencia de 1.21 minutos que se presenta muy vaga si se miran, para empezar, las etapas de este domingo en el Cuitu Negru y la del martes en la leyenda de los Lagos de Covadonga: el jersey rojo ya está tocado, con vías de agua por todas partes, aunque se resiste a caer hundido en el océano de la general.

Mas quiso y no pudo. No hay mucho más que justificar. Tácticamente no se equivocó y tuvo al equipo al lado cuando lo necesitó porque en los últimos cinco kilómetros, donde empezó la pared de Ancares, era un sálvese quien pueda, porque a un ritmo de 12 kilómetros por hora es imposible hacer grandes diferencias si no hay un hundimiento como el del Titanic.

Las paredes tienen esas cosas. Son diferentes a los puertos clásicos donde la estrella del pelotón impulsa la bici a velocidades de 25 kilómetros por hora que marcan el caos si por detrás se sufre. Es lo que hizo, por ejemplo, Tadej Pogacar en el Plateau de Beille, una montaña de las habituales, de las de toda la vida, de las que han entrado en la historia del ciclismo.

Mas tuvo un mal día, lo reconoció tras superar renqueante la pared de Ancares. “Espero que sólo haya sido un mal día porque me he sentido vacío aunque el objetivo sigue siendo el mismo”. La meta, afirma, continúa fijada en ganar la Vuelta, pero, ciertamente, se le puso muy complicada, porque no sólo perdió 58 segundos en relación con Roglic, sino que cedió 14 a Mikel Landa, que ya amenaza la tercera plaza del mallorquín en la general, y 23 a un Carlos Rodríguez que empieza resurgir cuando la carrera llega a la hora de la verdad.

Landa es otra cosa. Siempre viene por detrás. Sabe que no puede cebarse con Roglic, porque si lo hace está perdido y, como si fuese una hormiguita, va arañando tiempo para estar bien posicionado por si se le presenta la oportunidad con todo lo que queda de Vuelta, que aún es mucho.

Ancares, por la vertiente leonesa, antigua tierra de mineros, pueblos olvidados, nunca había sido testimonio de la Vuelta, con las carreteras compartiendo frontera con Galicia. Eran pocos, pero todos se dejaron ver. Vieron dos carreras. La delantera estuvo siempre encabezada por el festival de Wout van Aert, ahora líder de los puntos y la montaña, que se pasó el día divirtiéndose y poniendo en jaque a una escapada en la que iba Marc Soler y que llegó a contar con más de 15 escandalosos minutos de diferencia con el pelotón. Eso no puede ser. No es admisible en una carrera de tres semanas como la ronda española.

La victoria de etapa

Entre los fugados triunfó un veterano ciclista canadiense que se llama Michael Woods, que sabía lo que significaba ganar en el Puy de Dôme, que tiene 37 años y que como tantos otros reside en Andorra.

Muchas mañanas, cuando sube al podio de la presentación de los equipos en la zona de salida, escucha los pitos de algunos aficionados que no están de acuerdo con su escuadra, patrocinada por Israel, aunque apenas muestren el nombre, que se ve muy poquito en el maillot, y que se ha borrado de coches, autocares y autobús. “Es un desafío correr con este equipo, pero nosotros mantenemos la moral y nos centramos en la competición”. Mejor no mojarse. Quien paga, manda.

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