La ronda española

Van Aert se exhibe a placer y gana una tercera etapa en la Vuelta

El astro flamenco llega fugado a la meta de Baiona, en el estreno gallego de la carrera, con el francés Quentin Pacher al que bate fácilmente con Ben O’Connor siempre con el jersey rojo.

Sergi López-Egea

Las gentes de Baiona esperan la Vuelta comiendo percebes en las terrazas del pueblo. La carrera ha pasado del ‘pescaíto’ frito a los frutos del mar y del calor agobiante al frescor del Atlántico con al verde de Galicia. Pero, siempre, ayer y hoy, con un denominador común que se llama Wout van Aert, un premio para la carrera y los ojos del aficionado al ciclismo.

El corredor belga ya lleva tres triunfos y los tres han sido distintos. En Portugal ganó un esprint puro y duro, en Córdoba se impuso a un grupo reducido y en el estreno gallego de la Vuelta en una fuga de dos, trabajada hasta el extremo, currada de pies a cabeza en un terreno que, sin duda, se asemejaba mucho a las clásicas que domina como el mejor o de tú a tú con su irreconciliable Mathieu Van der Poel, ausente de la carrera española.

La resistencia de O'Connor

El espectáculo no sólo lo pone el que viste de rojo, en este caso un Ben O’Connor, que resistirá de líder como un ciudadano de Masada frente a los legionarios romanos. La representación de la carrera viene dada por tipos como Van Aert, que dan chispa y ofrecen personalidad a fugas que no son lo mismo si en ella participa una estrella del ciclismo mundial, tal como hizo su paisano Remco Evenepoel en la fase final de la Vuelta de 2023, cuando vio que había perdido la general y se entretuvo fugándose cada día.

Van Aert es un lujo para la Vuelta, que no había corrido nunca hasta ahora. Ya ha vestido de rojo y lleva el verde de los puntos y la regularidad tan ajustado al cuerpo que difícilmente lo perderá de aquí a Madrid. Ha regresado la familia que ya estuvo en Lisboa y le han traído como premio un tiempo casi primaveral después del desfile por la hoguera andaluza.

Las gestas del padre

Los niños son muy pequeños y no recordarán las gestas actuales del padre a no ser por el testimonio televisivo y miles de fotos que circulan por cualquier foro cuando gana Van Aert. Porque, además, si se fuga en la fase inicial de la etapa, si se va con un grupo de cinco corredores, ya casi se sabe, en cuanto el pelotón se va a más de cuatro minutos de diferencia, que difícilmente nadie le quitará la victoria en Baiona.

Si, además, el más complicado rival que llevaba en la escapada, que se llama Marc Soler, comete el error infantil de ir a por agua al coche a pocos metros de un esprint especial, lugar donde se reparten puntos que son oro en paño para el líder de la clasificación de la regularidad, entonces ataca y vámonos a la victoria, que es imposible que se le escape, como el percebe que perece en la boca de un comensal a pocos metros de la llegada de Baiona para envidia de los que están pendientes de la etapa.

Una fuga con el francés Pacher

Todo le sale redondo. Hasta dispone de un ciclista convertido en gregario, sin que lo sea, pero que quiere llegar con él a la meta. Quentin Pacher, un corredor francés que ha disputado cuatro Tours, se entrega a Van Aert, lo ayuda, le da relevos, una dosis de valentía, un corredor que no se arruga y para demostrar que tiene ambición ataca a dos kilómetros de meta, un conato que no llega ni a susto para el astro flamenco.

Gana a placer, con una superioridad aberrante, sin que haya una sola duda de que en Baiona firmará la tercera victoria en diez etapas disputadas… habrá más. “Con el equipo que tengo y las piernas que llevo difícilmente será la última”, confiesa tras el triunfo.

Forma parte del sexteto de grandes figuras de este deporte junto a PogacarVingegaardRoglicEvenepoel y Van der Poel, aunque tengan especialidades diferentes. A Van Aert nadie lo supera como cazador de etapas, da igual que sean al esprint, en contrarreloj o con montaña y repechos como en el estreno gallego. Además, si se da el caso, como sucede en el Tour, se convierte en un gregario con muchos galones, un prodigio de este deporte.

Cuando gana recibe los aplausos de las gentes de Bayona, ya con los platos de marisco vacíos. Los mismos espectadores que ovacionan al pelotón de O’Connor, que llega a cinco minutos, con un líder firme y con equipo. No como otras escuadras que se durmieron cuando se fugó en la etapa de Málaga que igual ha decidido esta Vuelta.

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