Badminton

Triunfo monárquico para Carolina Marín en su reestreno en los Juegos

La jugadora onubense, oro en Río y después de destrozarse las rodillas, retoma su sueño en los Juegos con un triunfo inaugural ante el júbilo de la Princesa Leonor y la Infanta Sofía 

La Princesa Leonor y la Infanta Sofía, durante el primer triunfo de Carolina Marín en París.

La Princesa Leonor y la Infanta Sofía, durante el primer triunfo de Carolina Marín en París. / Efe

Carolina Marín, en realidad, es una guasona. Tiene una gracia que la exigencia del bádminton, tantas veces, le obliga a ocultar para convertirse en esa bestia competitiva a la que le cuesta no gritar los puntos antes incluso de que el juez se los conceda. Así se lo advirtió el árbitro. En el pabellón de La Chapelle, donde a un par de calles quienes por allí ven pasar la vida apoyados en los muros bastante tienen con que amanezca un día más, los aficionados estaban por otras cosas. Sobre todo, por ver cómo la oro olímpico en Río 2016 volvía a unos Juegos en los que sueña con repetir metal.

Tras imponerse con relativa facilidad a la suiza Jenjira Stadelmann (número 102 del ránking mundial, Carolina es la tercera) en el primer partido de la fase de grupos 21-11 y 21-19 en 40 minutos de partido), la española se detuvo un momento ante la grada. Porque allí, justo acabó el partido, la Princesa Leonor y la Infanta Sofía, la primera con polo blanco, la segunda de rojo, fueron las primeras en levantarse a aplaudir. Y lo hicieron un buen rato mientras Carolina juntaba las manos y bajaba ligeramente la cabeza en señal de tímido agradecimiento.

Doña Letizia Ortiz, cuando la campeona española de bádminton ganó su primer Mundial, pidió, medio en broma, medio en serio, que le diera clases a sus hijas. Aunque aquello no se cumpliera, la relación sigue firme.

Con el apoyo de la realeza tan presente, Carolina Marín demostró estar a punto para el reto. Después de destrozarse las dos rodillas tras su histórico éxito en los Juegos de Río, y de perderse la cita en Tokio mientras se preguntaba si sus rodillas podrían permitirle regresar a su antiguo nivel, la española, siempre con la ayuda psicológica presente, exhibió sus credenciales.

Más allá de que su victoria ante la sonriente Stadelmann se diera por descontada, se la vio resuelta cada vez que su rival la puso en alguna dificultad. Como cuando en el mismo amanecer le mostró a Carolina que si no se ponía las pilas podría meterla en un problema. Fue, claro, un espejismo. Aunque necesario.

El próximo partido de Carolina Marín será contra la irlandesa Rachael Darrach por un puesto en los octavos de final. Después, comenzará la verdadera lucha.