JUEGOS OLÍMPICOS | NATACIÓN

La piscina 'antirécords' de París, el enemigo inesperado de los nadadores en los Juegos Olímpicos: "No cumple las reglas"

Los escasos 2,15 metros de profundidad juegan en contra de la velocidad, complicando los récords mundiales

"A los que más les puede afectar es a los bracistas y a los de mariposa", apunta el explusmarquista Rafa Muñoz

Vista general de la piscina de los Juegos Olímpicos instalada en La Défense Arena de Nanterre.

Vista general de la piscina de los Juegos Olímpicos instalada en La Défense Arena de Nanterre. / EP

Daniel Gómez Alonso

En la piscina de La Defénse Arena de París, los nadadores olímpicos no terminan precisamente de sentirse como peces en el agua. Nacidos para luchar contra sus rivales pero también contra el cronómetro, en esta edición de los Juegos Olímpicos se han encontrado con un inesperado enemigo que les complica, en gran medida, poner a prueba sus límites y atacar los récords mundiales, algo casi tan preciado como conquistar una medalla. Instalada en el pabellón multiusos donde habitualmente juega el equipo de rugby Racing 92, el vaso prefabricado de acero inoxidable por la empresa italiana Myrtha Pools apenas supera los 2,15 metros de profundidad, lo que dificulta hacer grandes tiempos a pesar de que la importancia de la cita hace que los nadadores llegar coincidiendo con su mejor momento.

"Esta piscina no es profunda, no tanto como las otras. Aún así, es top", se percató a su llegada el local Leon Marchand, gran estrella de la natación y que este domingo conquistó su primer oro en los 400 metros estilos, batiendo el récord olímpico de Michael Phelps pero quedándose a las puertas (45 centésimas) de rebajar el mundial, en su propiedad desde el año pasado en los mundiales de Fukuoka. Lo cedió en el último cuarto de prueba libre tras haber nadado por debajo de él en la mariposa, la espalda y la braza, quién sabe si afectado por la poca profundidad. Sus sensaciones fueron refrendadas por otra de las grandes, la estadounidense Katie Ledecky, que aspira a convertirse en París en la nadadora con más medallas olímpicas y que a su llegada se refirió al vaso como "magnífico pero de talla humana".

"Francamente, no es muy profunda. No lo suficiente", expresó Ledecky, poniendo el foco en un posible error, uno más, de la organización. Desde Pekín 2008 todas las piscinas olímpicas se habían quedado cerca o habían superado los tres metros de profundidad, lo que suponía una . El motivo es bien sabido por cualquier nadador: una mayor profundidad rebaja la turbulencia y limpia el agua, frenando en menor medida el deslizamiento del cuerpo. Simplificándolo aún más, cuanto más honda es una píscina, mejor circula el agua y genera menos resistencia. Al menos eso es lo que dicen la teoría y las dudas expresadas por los protagonistas en los primeros días, a falta de esperar a las seis jornadas restantes para refrendar esas sensaciones.

"Cuanta más profundidad, más flotas, por decirlo de forma simple. Y además, tarda más en llegar el movimiento del agua desde el suelo hasta arriba y da tiempo a que el nadador ya haya pasado, por lo que no nota esa turbulencia. Seguramente la piscina no sea la óptima, sea más lenta y por eso cueste más sacar grandes marcas", explica la exnadadora Erika Villaécija, cuatro veces olímpica.

"Al estar el suelo más cerca, la ola y las ondas que generan los atletas al nadar no desaparecen y rebotan en el fondo, o en los lados, y generando más turbulencias", refrenda el explumarquista mundial de 50 metros mariposa Rafa Muñoz. "Eso hace que sea una piscina más lenta, y en la que es más complicado sacar grandes tiempos", añade.

Sin tiempo para aplicar la nueva normativa en París

Otro de los nadadores que se sumo a las críticas fue Hugo González, única opción de medalla de la delegación española en natación, que se quejó este domingo sobre el tema. "Sabemos que a día de hoy no cumple las reglas de World Aquatics. Parece que se nota, aunque al final si es más lenta, es más lenta para todos, estamos en igualdad de condiciones", se quejó el mallorquín, campeón del mundo del 200 metros espalda, tras colarse en la final del 100 con un tiempo inferior al que ha demostrado ser capaz de marcar.

"Cumple todas las normas. En los últimos 15 años hemos dado soporte a la mayoría de organizadores de competiciones de natación", se defendió la empresa encargada de la instalación. Y, aunque suene contradictorio, ambas versiones son válidas.

Todo el lío tiene su origen en el cambio sobre la profundidad mínima exigida que propuso el organismo internacional que rige los deportes acuáticos. La propuesta entró en vigor hace menos de un mes, el pasado 1 de julio, cuando ya se estaba acabando de instalar, con piezas procedentes de Italia, la piscina en el pabellón multiusos parisino. Por tanto, ha sido temporalmente imposible que la organización de París, que erroneamente basó su elección en el anterior baremo, se rija ahora por esos estándares.

"No me extrañaría que si hay algún récord del mundo, algún nadador lo impugne remitiéndose a la normativa, a cualquier detalle. Al final es lícito, cada uno puede jugar sus cartas", avisa Rafa Muñoz, que se muestra "apenado por los atletas" y el hecho de que "después de cuatro años currando a tope lleguen a una piscina que no cumple sus expectativas. A mi me generaría rabía y un poco de frustración".

"El problema es que las sensaciones negativas sobre aspectos como este se compartan, y se empiecen a generalizar. Y esto dé lugar a que empiece el runrún y se mete en tu cabeza. Al final, los nadadores ven el fondo más cerca y piensan que van más rápido, pero luego ven los tiempos y es justo lo contrario. Y eso puede afectar en el plano psicólogico, más allá que esté realmente o no la piscina esté afectando a los tiempos", apunta Muñoz como otros de las posibles derivadas del problema

Marchand roza el récord mundial en su primer intento

Sea como sea, el caso es que los registros de 2024 apuntaban a que había varias opciones de ruptura de plusmarcas mundiales. Las mujeres, en el 400 y el 200 libre, y en los 200 y 100 espalda. Los hombres, en el 100, el 400 y el 1.500 libre, y en el 200 y 400 estilos. Todos los tiempos de estas modalidades eran, a priori, atacables en París, y cuando ya se llevan siete finales, no hay ni rastro de récords del mundo, entre ellas algunas de las citadas.

En la jornada inaugural se batieron los récords olímpicos de 100 metros mariposa (Gretchen Walsh en semifinales) y el 4x100 libres masculinos, pero no cayó ninguna plusmarca mundial. Por contra, no se logró ni uno ni otro en una de las pruebas en las que parecían más atacable, por el estado de forma y la calidad del trío que optaba al oro (Titmus, Ledecky y McIntosh). Pero la australiana, ganadora y rompedora del dominio de la estadounidense en el 4x100 libres, se tuvo que conformar con el oro, que no es poco y se quedó lejos de su propia marca.

Lo rondó también sin éxito el alemán Lukas Maertens en el 400 metros libres, pero en su caso además de contra la piscina luchaba contra una marca de la era de los bañadores de poliuretano, haciéndolo el reto casi imposible. Y luego llegó, ya el domingo, el héroe local Marchand para rozar la hazaña en la primera de sus cinco opciones de oro. Este lunes, a partir de las 20.30, los nadadores volverán con otras cinco finales a una piscina que, de momento, han rebajado la fiebre por los récords.