Nadal y Alcaraz glorifican en París la magia de las primeras veces

La imagen impresionaba antes incluso de percibirla con nitidez. Se intuía por el túnel de la pista central de Roland Garros sus dos inconfundibles figuras acercándose, el uno junto al otro, el rey de siempre y el de ahora. La profecía al fin cumplida, Rafa Nadal y Carlos Alcaraz unidos sobre la tierra prometida para delirio de los presentes. Ya, pase lo que pase en la competición, una de las imágenes de estos Juegos Olímpicos. La buena noticia superado el frenesí del estreno, la mejor de ellas, es que habrá más en los días venideros.

Porque Nadal y Alcaraz, Alcaraz y Nadal, se garantizaron en su debut como pareja al menos una noche más. No fueron el dueto más compenetrado ni el más brillante, pasaron apuros para doblegar en dos sets (7-6 y 6-4) a los argentinos Máximo González y Andrés Molteni. Pero ganaron, que era de lo que se trataba, liquidada la jornada en dos sets, sembrada y glorificada con esa victoria la magia de las primeras veces que París agradeció entregada a su causa bajo el cántico unánime de "¡Rafa, Rafa!" cuando el final ya se adivinaba.

El recuerdo de la antocha de Nadal

La entidad del acontecimiento la enfatizó la aparición- de Billie Jean King, a pie de pista, en los prolegómenos del choque. Quiso la organización revestir el duelo con un aura de ceremonia de inauguración del tenis, como si Nadal se hubiese traído hasta Roland Garros en su mochila la antorcha olímpica que le entregó Zinedine Zidane un día antes en Trocadéro.

En realidad, y más allá de lo deportivo, el día se consagró a que París intensificara su declaración de amor hacia el tenista balear, ahora que el final se incluye tan y tan cercano, quizá en algún día de la semana que viene, al menos en lo relativo a esta tierra de la que ha sido emperador. La ovación brindada por la Philippe Chatrier, en contraste con algunos feos abucheos a la pareja argentina, pareció enardecer su espíritu.

Porque Nadal, que era el asterisco del dueto, arrancó ágil y preciso, mucho más resolutivo que un Alcaraz que perdió su primer servicio, casi una tradición suya en estas pistas de Roland Garros, y que, como horas antes en el individual, amaneció algo acelerado. La red era propiedad de un Nadal que, paradojas del tenis y del tiempo pasado, cimentó su leyenda aquí desde el fondo de la pista.

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España replicó al momento el 'break' inicial, reiniciando el duelo en el 1-1. A partir de entonces, y durante todo el set, imperó la igualdad, con Alcaraz entrando en calor poco a poco y enseñando con cierta timidez su reportorio. Insuficiente, en cualquier caso, para abrumar a la experta pareja argentina, que forzó el 'tie break'.

Nadal asume la responsabilidad

En el desempate, Nadal deleitó a la afición parisina siendo el autor de los dos últimos puntos (7-4), dos puntazos, un remate de volea a los pies de Molteni y una contundente derecha paralela al resto, que hizo subir el primer set al marcador de España.

Los argentinos, dolidos, sacaron entonces su tenis más preciso y rompiendo el servicio español en el segundo juego. La reacción de Nadal, y en especial de Alcaraz, fue no obstante impecable: tres juegos consecutivos ganados en blanco para colocar 3-3 en el marcador de la segunda manga.

El encuentro se volvió a quebrar en el noveno juego, en este caso a favor de los españoles, como si todo estuviera guionizado para que el servicio final fuera de Nadal. No desperdició el balear el capricho del azar y con él firmó la victoria, atada con un punto de Alcaraz. He ahí el mensaje: yo construí todo esto, ahora es tuyo. Y Roland Garros enloqueció por última vez, deseando ya que llegue el lunes para volver a saborear la historia que firman estos dos deportistas irrepetibles. O antes, este domingo, cuando Nadal debute en el cuadro individual hacia las 14.00 horas.