Tenis

Alcaraz alcanza su clímax para meterse en la final olímpica

El tenista garantiza una medalla de oro o de plata para España tras aplastar a Auger-Aliassime con una exhibición: 6-1 y 6-1

Carlos Alcaraz celebra su victoria frente a Auger-Aliassime.

Carlos Alcaraz celebra su victoria frente a Auger-Aliassime. / JUANJO MARTIN / EFE

Sergio R. Viñas

Sergio R. Viñas

Olviden todo lo que habían leído sobre Carlos Alcaraz en estos Juegos Olímpicos. No sirve ya para nada, es papel mojado, error 404, episodios que este genio del tenis ha hecho caducar con una sola mirada. Las dudas, los síntomas de agotamiento, las precipitaciones, los vacíos de concentración... Todos esos asteriscos desaparecieron de un plumazo en la semifinal individual contra Felix Auger-Aliassime (6-1 y 6-1), en la que el murciano alcanzó su clímax para garantizar una medalla para España. Será de oro o de plata.

El serbio Novak Djokovic o el italiano Lorenzo Musetti, que se enfrentan esta tarde (19.00 horas) en la otra semifinal, será el rival de un Alcaraz que ha descorchado violentamente todo su potencial en el momento preciso del torneo, cuando las medallas se ponen en juego y ya no existe margen para el más mínimo error. El domingo, como hace un par de meses, Alcaraz regresará a una final en la pista central de Roland Garros dispuesto a demostrar que esta era, la nueva era del tenis, es enteramente suya.

Un recital de golpes

El español impuso una tiranía inapelable desde el fondo de la pista, un dominio que aderezó con esas dejadas tan suyas en las que parece que, en vez de golpear la pelota, le da una orden marcial para decirle dónde caer y cómo rebotar sobre la arcilla. No hay manera de encontrarle un pero al partido que ha cuajado este viernes Alcaraz y tampoco existe margen para el reproche al pobre Auger-Aliassime, arrasado por un ciclón. La pelea por el bronce será su consuelo este sábado.

Alcaraz durante su partido contra Auger-Aliassime.

Alcaraz, durante su partido contra Auger-Aliassime. / Andy Wong / AP

En un primer set de abrumadora exhibición del español, Auger-Aliassime solo fue capaz de ganar un juego, el primer de todo el partido. Fue el tiempo justo que necesitó Alcaraz para calentar las piernas, la muñeca y el cerebro. La doble falta con la que el canadiense perdió su primer servicio, en el 2-1, fue la espoleta definitiva.

El saque, la derecha, el revés...

Alcaraz dominaba el saque, golpeaba al resto con la derecha y el revés y sacaba brillo a su inagotable repertorio de dejadas en la red, que en los partidos anteriores había dosificado, buen perfume solo a gotas. Pero ya en semifinales, el campeón murciano lo desparramó por toda la pista sin miramientos.

Seis juegos consecutivos se anotó para abrochar el primer set con un reluciente 6-1 en apenas 40 minutos de juego. No daba crédito Auger-Aliassime, cuyos mejores golpes casi siempre encontraban una magistral réplica de su enardecido oponente, muy por encima de él desde el comienzo hasta el final de la manga.

Carlos Alcaraz jugará la final olímpica tras ganar a Auger-Aliassime.

Carlos Alcaraz jugará la final olímpica tras ganar a Auger-Aliassime. / CAROLINE BLUMBERG / EFE

El segundo set, como el primero

La dinámica se repitió, paso por paso, en el segundo y definitivo. Auger-Aliassime defendió su primer servicio con bastante solvencia, pero a partir de entonces volvió a ser engullido por el día de gracia de Alcaraz. "¡Vamos, marciano! ¡A por el oro!", le gritaron en un momento dado desde las gradas de la Philippe Chatrier con impecable clarividencia.

En una hora y 15 minutos, cediendo apenas dos juegos, uno en cada set al pobre diablo que el sorteo le puso por delante, Alcaraz se garantizó entrar en la historia olímpica de España. Será un oro o una plata, habrá que verlo el domingo, en una final a la que llega sin haber cedido un solo set en los cinco partidos anteriores, con apenas dos tie breaks jugados (y ganados, claro), y con la sensación de que, si repite el tenis desplegado este viernes, no hay un solo tenista sobre el planeta Tierra capaz de discutirle la victoria.