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Sudán: la guerra silenciada

El país africano lleva más de un año inmerso en un conflicto civil que ha provocado una catástrofe humanitaria con el desplazamiento de 10 millones de personas y la amenaza de la hambruna

Sudán: la guerra silenciada.

Sudán: la guerra silenciada. / EFE

Andrea López-Tomàs

Desde lejos, llegan algunas voces. “Una bomba cayó en su casa mientras dormían. Murieron todos”, relata un refugiado desde Chad. Traen consigo historias escalofriantes. “Oí [a los hombres armados] decir: ‘va a morir, no malgastéis vuestras balas’, mientras uno de ellos me pisaba”, cuenta un paciente de Médicos sin Fronteras desde el sur de Darfur. La suma de susurros se convierte en un clamor al mundo. “Mirar atrás es como una fantasía, como un sueño, un día tienes todo y al siguiente lo has perdido”, confiesa otro paciente, desde la parte oriental del país. Estos son solo algunos de los relatos de vida y muerte que llegan del infierno en que se ha convertido Sudán. Sumido desde abril del año pasado en una guerra civil, en la que intervienen intereses extranjeros, este país del noreste de África es escenario de un desgarrador conflicto apartado de los focos mediáticos.

 

El 15 de abril del 2023, el Ejército regular sudanés y las paramilitares Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR) se enfrascaron en arduos combates en la capital, Jartum. Desde este disputado campo de batalla, la violencia se extendió por todo el centro, el oeste y el sur del país que hace frontera con Egipto. A lo largo de estos meses, varios grupos armados que inicialmente se habían mantenido al margen rompieron su neutralidad en favor de alguno de los dos bandos. A su vez, muchos civiles han sido armados. Unas 15.000 personas han perdido la vida y el doble han resultado heridas en medio del colapso del sistema sanitario, que está siendo objetivo de ataques. La catástrofe humanitaria hace meses que se ha instalado en varias zonas de este vasto país –el 16º con mayor superficie del mundo– y en las vidas de sus casi 50 millones de habitantes.

Mayor crisis de desplazamiento interno

Sudán ya protagoniza la mayor crisis de desplazamientointerno de población en el mundo a día de hoy. “Dentro y fuera del país, se han dado desplazamientos muy importantes, provocando una crisis de enorme magnitud”, apunta Mercè Rocaspana, coordinadora médica de la Unidad de Emergencias de Médicos sin Fronteras (MSF). Esta enfermera de profesión acaba de volver de Darfur, en la parte occidental de Sudán, y Chad, donde se concentran la mayoría de refugiados que han cruzado las fonteras del país en el último año. “Algunas personas han tenido que desplazarse más de una vez y, por ello, su resistencia es mucho menor”, explica a El Periódico. Amnistía Internacional señala que unos 10,7 millones de personas, el equivalente al 13% de la población, han sido desplazadas por el conflicto. La mayoría son desplazados internos. Casi dos millones han logrado huir a Chad, Egipto, Sudán del Sur y otros países fronterizos.

Aproximadamente el 10% de las localidades de Sudán han experimentado un aumento de población del 50% o más por la afluencia de personas desplazadas, lo que ha exacerbado la presión sobre unos recursos y servicios ya limitados. “El sistema sanitario, por ejemplo, no puede asumir la llegada de estas nuevas personas o, incluso, se ve con el acceso al agua o a la comida, ya que las cosechas no son suficientes para alimentar a los recién llegados en la mayoría de zonas”, constata Rocaspana. “La situación en Sudán es muy precaria: hay al menos 25 millones de personas, [la mitad de la población], en crisis que dependen de la asistencia humanitaria”, afirma la representante de MSF, “y directamente unos ocho millones se encuentran en una situación más crítica”.

Hambruna y desnutrición

“La guerra en Sudán ha llevado al colapso de la protección de la sociedad civil”, alerta el nuevo informe ‘Guerra contra las personas, el coste humano del conflicto y la violencia en Sudán’ de MSF, que incluye los testimonios que abren este reportaje. Mientras las Fuerzas Armadas de Sudán (FAS) y las FAR se disputan el control del país, la población se lleva la peor parte. A causa de los combates en las zonas agrícolas, más de un tercio de los habitantes del Estado africano se enfrentan a la hambruna. Unos 3,5 millones de niños sufrirán desnutrición aguda este año. “Parte de Sudán tiene una fragilidad debido a su clima y el tipo de productos que cosechan; ahora, esta fragilidad, inherente a algunas zonas, se ve agravada por las dificultades a las que se enfrentan las personas que cultivan la tierra para hacer su trabajo y poder recoger su cultivo”, señala Rocaspana. Además, las oenegés topan con graves obstáculos y riesgos para la entrada de ayuda humanitaria.

Niños desplazados en un centro de alojamiento temporal en la localidad de Karari en la ciudad de Omdurman, Sudán.

Niños desplazados en un centro de alojamiento temporal en la localidad de Karari en la ciudad de Omdurman, Sudán. / EP

El Fondo Monetario Internacional (FMI) calcula que la guerra ha provocado un aumento de la tasa de desempleo del 32,14% en el 2022 al 47,2% en el 2024. El Instituto Americano de Política Alimentaria predijo la pérdida de cinco millones de puestos de trabajo debido a la guerra. Sin trabajo, no hay ingresos. Sin ingresos, no hay comida. El hambre ya alcanza niveles catastróficos, con 17,7 millones de personas padeciendo inseguridad alimentaria aguda (la fase 3 y superior de la clasificación), incluidos unos 4,9 millones que experimentan niveles de inseguridad alimentaria de emergencia. “No es sólo que vaya a faltar comida, es que ya está faltando, elevando los riesgos de malaria que la desnutrición potencia”, constata Rocaspana.

Violencia sexual

Uno de los colectivos más vulnerables es la infancia. Los niños y niñas de Sudán llevan más de un año soportando la violencia, el trauma, el desplazamiento y la devastación. “Son los que más están sufriendo esta guerra”, afirma Rocaspana. Más allá de los peligros generados por el conflicto y el éxodo, en cada una de sus realidades, sea dentro o fuera del país, las mujeres y las niñas también están expuestas a alarmantes índices de violencia sexual. No sólo ambas partes en el conflicto se han ensuciado las manos cometiendo este tipo de crímenes, sino que también al emprender la huida, los riesgos de ser víctima de violación no desaparecen. Una encuesta realizada por MSF a 135 supervivientes de violencia sexual en campos de refugiados de Chad cercanos a la frontera reveló que el 90% había sufrido abusos por parte de un agresor armado, el 50% en su propio hogar y el 40% por múltiples agresores. 

Ante la falta de protección, muchas caen víctimas de la explotación sexual, último recurso para poder sobrevivir en condiciones extremadamente precarias. El secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres, aprovechó el primer aniversario del estallido de la guerra para acusar a las facciones de cometer “crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad”, incluida la violencia sexual. Pero los enésimos llamamientos a la acción internacional para poner fin al conflicto civil no han sido correspondidos. Lejos de aumentar los esfuerzos de ayuda, los organismos de la ONU han reducido sus actividades debido a los bloqueos de las autoridades y a los ataques directos de ambas partes en el conflicto. “Necesitamos que nos dejen trabajar y que vengan otras organizaciones a Sudán para que, entre todas, podamos cubrir las necesidades”, declara Rocaspana. 

El mercado de Omdurmán (Sudán) tras los combates entre el Ejército y las RSF.

El mercado de Omdurmán (Sudán) tras los combates entre el Ejército y las RSF. / EP

Pese a la catástrofe humanitaria, hay intereses elevados que impiden el fin de la violencia. El conflicto no se podría haber mantenido durante más de un año sin el apoyo de actores externos con intereses en Sudán. Egipto ha apoyado durante mucho tiempo a Abdelfatá al Burhan, líder del Ejército sudanés al que ha suministrado drones de fabricación turca para evitar el avance de su enemigo. En cambio, los Emiratos Árabes Unidos son el principal suministrador de armas a las FAR, bajo el mando del comandante Mohamed Hamdan Dagalo, conocido como Hemedti. Dagalo tiene vínculos financieros con Emiratos y Rusia, en gran medida por su capacidad para controlar la producción de oro en el país. Washington, por su parte, se ha mantenido ausente de los fracasos en los intentos regionales e internacionales de mediar entre las partes. La Administración del presidente Joe Biden ha mantenido su preocupación en las guerras de Ucrania y Gaza, facilitando que el mundo siga olvidándose de Sudán.