Perfil de Sheikh Hasina

Primera ministra de Bangladés huida: de regeneradora democrática a sofocar revueltas a balazos

El primer ministro indio Narendra Modi, a la derecha, estrecha la mano de su homóloga bangladesí Sheikh Hasina antes de su reunión a nivel de delegación, en Nueva Delhi, India, el sábado 22 de junio de 2024.

El primer ministro indio Narendra Modi, a la derecha, estrecha la mano de su homóloga bangladesí Sheikh Hasina antes de su reunión a nivel de delegación, en Nueva Delhi, India, el sábado 22 de junio de 2024. / Manish Swarup /AP

Adrián Foncillas

Sobre esas fotografías de apresuradas huidas en helicóptero, en Saigón o Daca, se reconstruyen países. La salida de la ya exprimera ministra bangladesí, Sheikh Hasina, con la turbamulta ya en los aledaños de su residencia, abre un horizonte esperanzador en el país asiático. Es una paradoja que Hasina, de 76 años, pilotara el regreso democrático décadas atrás y fuera expulsada el lunes por su pulsión autoritaria. Junta oscuros y claros el legado de una figura capital en el medio siglo de Historia de Bangladés.

Semanas de protestas acabaron con la mujer que durante más tiempo ejercía de primer ministro en el mundo. Había ocupado el Gobierno entre 1996 y 2001 y, tras un paréntesis, encadenó cuatro victorias electorales. Los últimos comicios, celebrados en enero, fueron boicoteados por el Partido Nacionalista de Bangladés (BNP), principal formación opositora y considerada como una "organización terrorista" por el Gobierno.

Hasina es hija de Sheikh Mujibur Rahman, ensalzado por muchos como el padre de la independencia frente a Pakistán en 1971, y lo relevó al frente de su Liga Hawami. Nació en lo que entonces era el Pakistán oriental, se licenció en literatura bengalí en la Universidad de Daca y ejerció de puente entre los universitarios y su padre. Su carrera política la cataliza el drama. Toda su familia fue asesinada en la asonada militar de 1975 mientras ella veraneaba en Europa. Tras unos años en el exilio indio regresó a su país para liderar la revuelta popular que echó del poder en 1990 al régimen militar de Hossain Mohammad Ershad.

Dos mujeres enfrentadas

Dos mujeres se han repartido el poder en Bangladés. La otra es Khaleda Zia, primero aliada de Hasina en la regeneración democrática y pronto su némesis. Zia estuvo casada con Ziaur Rahman, fundador del BNP y, según sus seguidores, el verdadero fundador del país: fue él quien se reveló contra las tropas pakistaníes y declaró la independencia, sostienen.

No son debates baladíes porque el nacimiento del país es aún la fuente legitimadora del poder. Zia, de 78 años y salud quebradiza, fue condenada en 2018 a 17 años de cárcel por corrupción. Su rivalidad explica las tendencias sociales. La Liga Hawami, que se presenta como moderada, ha culpado al BNP de estimular a los extremistas, mientras este denunciaba las formas dictatoriales de aquella. El apoyo de la formación de Zia a las protestas estudiantiles motivó que Hasina lo tildara de terrorista.

A los seguidores de Hasina no les escasean los argumentos. El progreso económico es sustancial, con crecimientos anuales del 6 % desde 2009, sostenidos por una industria textil que sirve a las mayores multinacionales del sector. El PIB bangladesí ya ha igualado al indio tras una lucha briosa contra la pobreza. También ha modernizado el país con puertos, carreteras, líneas ferroviarias o una red eléctrica que ya cubre el 95 % del territorio.

Población masiva

No son logros magros si consideramos los ingredientes: un país con una población masiva en una pequeña superficie, sin recursos naturales y presionado por las potencias regionales y globales. "Ha lidiado con todos esos factores y dirigido Bangladés a una posición de prosperidad y relevancia. Como política, es más competente que cualquier otro en la Historia reciente”, juzga Munshi Faiz Ahmed, antiguo director del Instituto de Bangladés de Estudios Estratégicos e Internacionales, en el medio Al Jazeera.

Tampoco les faltan a sus detractores. El covid vapuleó su economía, cayeron las exportaciones y aumentó el paro juvenil. Y, de fondo, unas formas autocráticas: arrestos masivos de rivales y activistas, el uso de los tribunales como venganza política, desapariciones forzadas y asesinatos extrajudiciales. Sus órdenes a los militares para que sofocaran a tiros las protestas estudiantiles confirman una espiral desbocada.

Le espera el exilio londinense tras una escala en la India. En sus pensamientos recientes, filtrados por familiares, los lamentos por su pueblo ingrato no dejan espacio a la autocrítica.