Tras el genocidio

Ruanda, elecciones pantalla en una dictadura a cambio de paz

El presidente ruandés saca pecho por tener el parlamento más femenino del planeta pero ejerce mano contra la oposición, y es elogiado por dar estabilidad a la región mientras saquea la República Democrática del Congo

Paul Kagame.

Paul Kagame. / EFE

Irene Benedicto

Hace 30 años Ruanda salió de foco: terminó un genocidio que mató a unas 800.000 personas en solo 100 días, principalmente tutsis, y ascendió al poder un líder de esa minoría, algo que Occidente dio por bueno como final feliz de una tragedia que le sacó los colores por su no intervencionismo. Pero el precio a pagar fue un régimen de facto dictatorial, en manos de Paul Kagame una suerte de ‘tirano amistoso’. Este lunes, el país celebra unas elecciones en las que no tiene rival y con apenas una mirada complaciente, de soslayo, desde Occidente. 

“La estabilidad y el progreso de Ruanda radican en el propio autoritaritarismo”, explica a El Periódico de Catalunya, del mismo grupo editorial que este diario, Daniel van Dalen, analista político de la organización sudafricana Signal Risk. “Kagame ha creado un sistema de unidad nacional que gravita alrededor de sí mismo”, añade, ya que bajo su batuta, el país se ha convertido en un lugar seguro, ha crecido económicamente y la sociedad ha visto esa bonanza repercutida en su bienestar. Sin embargo, el hecho de que se presente a sí mismo como el único posible garante de la paz, genera a la vez un miedo intrínseco por la dependencia de su líder, según el experto. En las elecciones de este lunes solo hay otros dos candidatos aprobados por el gobierno para concurrir, y su única opositora real, Diane Rwigara, fue suspendida por supuestamente no haber presentado los papeles de su candidatura a tiempo.

“La detención arbitraria y los malos tratos en centros de detención no oficiales son habituales”, denuncia el informe anual de Humans Right Watch. La persecución de los disidentes va incluso más allá de sus fronteras: Ruanda proporcionó información falsa al FBI sobre la peligrosidad de ruandeses residentes en EEUU que eran considerados enemigos del presidente del país, con el objetivo de deportarlos, según sacó a la luz la organización OCCRP.

Entre las sombras del Kagame también se cuenta su apoyo militar a un grupo guerrillero de la vecina República Democrática del Congo, cuyo gobierno denuncia el saqueo de sus recursos naturales. La ONU ha acusado al dictador exguerrillero de cometer supuestos crímenes de guerra.

El temor al cambio

“Los ruandeses ya han tenido suficiente inestabilidad. La importancia de esta elección no reside en el cambio”, explica a EL PERIÓDICO el investigador de la Universidad de Ruanda Emmanuel Mushimiyimana. “Entiendo la comprensión de la democracia basada en la alternancia del poder”, dice este experto en la integración de las naciones africanas, que insta a no medir la salud democrática del continente con una vara de medir hecha en Occidente, y a entender el contexto específico del país que lleva a sus espaldas el trauma del brutal genocidio. 

“Los partidos políticos ruandeses tienen un pasado de estimular el conflicto y violar los derechos humanos. La milicia que perpetró el genocidio contra nosotros pertenecía al partido gobernante del momento” (era parte de las juventudes del partido de la mayoría hutu, que quedó fuera del gobierno de unidad nacional que formó Kagame en 1994 y que perdura a día de hoy). La prioridad en ese momento pasaba por “rebajar la competitividad política por el bien de la democracia de consenso”, dice el profesor, que enseña en la única universidad pública del país y defiende el régimen de Kagame. 

'El Singapur africano'

A Ruanda la llaman ‘el Singapur africano’, por ser una autocracia próspera. Sin embargo, el trauma colectivo tras el genocidio convierte el caso ruandés en único. La creencia en el perdón forma ahora parte de su identidad como sociedad. Van Dalen cuenta a este diario que en una reciente visita al país presenció cómo a una mujer mayor le robaban el bolso de un tirón en la calle y, cuando la policía atrapó al carterista, lo llevó ante su víctima para que le pidiera perdón, y dejaron en sus manos decidir si poner una denuncia o si, por el contrario, zanjar el asunto. La mujer aceptó la disculpa y el chico quedó libre de cargos. La justicia restaurativa se aplica a crímenes graves y leves.

Todos los regímenes autoritarios quieren ser el siguiente Singapur”, dice van Dalen. Es cierto que Kagame heredó un país destruido, y que el Producto Interior Bruto se ha multiplicado casi por diez desde entonces. Las inversiones públicas, en gran parte alimentadas por financiación extranjera, han mejorado notablemente infraestructuras y servicios públicos. 

Occidente lleva 30 años poniéndose de perfil cuando se habla de Ruanda”, dice van Dalen, con tal de calmar su conciencia por su inacción durante la masacre y Kagame ha sabido emplear los fondos en proyectos que gustan a gobiernos y filántropos occidentales. Con la inversión por la agricultura sostenible, Ruanda ha pasado a ser productor de vegetales para toda la región y ha sido el primero en prohibir las bolsas de plástico en África. Otro gesto simbólico: es el país del mundo con más mujeres en su parlamento – el 61%, comparado con España que tiene el 44% de diputadas. Pocos países africanos han podido hacer tales apuestas, en un continente aquejado por el cambio climáticoconflictos armados y hambrunas. Todavía está por saber qué le espera a Ruanda cuando quede huérfana de su tirano ilustrado, si designará un sucesor o si sus próximas elecciones serán libres.