El conflicto de Oriente Próximo

Pekín apadrinará una cumbre de Hamás y Fatah para la reconstrucción de Gaza

La representaciones se reunirán durante tres días, en ocasiones a solas y en otras junto al jefe de la diplomacia china, Wang Yi, encallecido en mil batallas y con un recomendable perfil conciliador

El ministro de Exteriores chino, Wang Yi, durante la Conferencia de Seguridad de Múnich el pasado febrero.

El ministro de Exteriores chino, Wang Yi, durante la Conferencia de Seguridad de Múnich el pasado febrero. / / MATTHIAS SCHRADER / AP

Adrián Foncillas

Hamás Fatah, las facciones que reivindican el control de Palestina, intentarán reconciliarse de nuevo la semana próxima. Será en Pekín, otra vez mediadora en una zona de tradicional influencia estadounidense. No se presume fácil la misión tras fracasos encadenados durante casi dos décadas pero pretende China que su padrinazgo engrase un entendimiento imprescindible para la reconstrucción tras la guerra.

La representaciones se reunirán durante tres días, en ocasiones a solas y en otras junto al jefe de la diplomacia china, Wang Yi, encallecido en mil batallas y con un recomendable perfil conciliador. El equipo de Hamás está encabezado por Ismail Haniyeh, su líder político, mientras que por Fatah acudirá su vicepresidente, Mahmoud al-Aloul. Ha porfiado la comunidad árabe por acercarlos, siempre animados por Egipto, y también China, que ya les acogió en abril. "China y Palestina comparten una vieja amistad. Apoyamos el diálogo entre sus diferentes facciones para que consigan la reconciliación y la solidaridad. Continuaremos trabajando para ese fin", dijo Pekín después de que sus invitados partieran sin ningún acuerdo. El nuevo intento subraya el rol de China como fuerza por la estabilidad global y la paz que predica su diplomacia.

Es urgente que Hamás y Fatáh trabajen codo con codo en la futura Gaza. La factura será millonaria e involucrará a buena parte de la comunidad internacional. Con Hamás en el poder, etiquetada como organización terrorista por algunos gobiernos, se complica la colaboración de Bruselas y Washington. La organización se ha comprometido a pasarle los bártulos a un gobierno de independientes pero ha rechazado desmantelar su brazo militar.

Desencuentros

Suman ya casi dos décadas de desencuentros. Hamás se impuso en las elecciones parlamentarias de 2006 a Mahmud Abbás, tradicional dominador, y ha mandado en Gaza desde entonces. La Autoridad Palestina fue expulsada por su rechazo a reconocer su derrota y administra zonas de Cisjordania. Ni siquiera la campaña militar israelí contra su gente ha mitigado sus roces. Abbás ha culpado a Hamás de desencadenar la guerra con su ataque terrorista en suelo israelí con olímpico desdén de su gente y la segunda la ha acusado de secundar a Tel Aviv. "Los consideramos mártires", dijo recientemente Jamal Nazzal, portavoz en Europa de Fatah, en alusión a las víctimas gazatíes de los bombardeos israelíes. "Pero no eligieron sacrificarse sino que fueron sacrificados. La gente que aplaude esto, incluidos los extranjeros, nunca han intentado vivir en Gaza", terminó.

No es nueva la sintonía entre China y Palestina. Siempre ha defendido Pekín la recuperación de sus derechos territoriales, subrayado sus sufrimientos históricos y propuesto los dos estados como única vía para la paz. A la diplomacia china, que sublima la equidistancia en cualquier conflicto, se le intuyen sus simpatías hacia los árabes, más evidentes aún desde que Israel castigó sin piedad el ataque de Hamás del 7 de octubre. Wang condenó meses atrás los bombardeos "sobre hospitales y escuelas, que apuntan a civiles y violan la ley internacional", y subrayó "la necesidad de detener los asesinatos masivos y las políticas de desplazamientos". El contraste con la tibieza de Washington y Bruselas es flagrante. Pekín ha recibido con todos los honores a Abbás y en diciembre acogió una cumbre del mundo árabe (Palestina, Jordania, Indonesia, Egipto y Arabia Saudí) para exigir el alto el fuego.

En Palestina profundiza China su nuevo rol de mediador en los conflictos globales tras décadas desmarcándose de asuntos ajenos. En Oriente Próximo le discute ya la influencia a Washington. Pekín cuenta con dos ventajas: su condición de principal socio comercial de la zona le confiere una ascendencia transcendental y no arrastra la desconfianza por décadas de apoyo ciego a Tel Aviv. Ya apadrinó China el pasado año el acercamiento entre Irán y Arabia Saudí, tercos rivales, y se ha propuesto como mediadora entre Palestina e Israel, al que la segunda respondió con tantos agradecimientos como largas.