POLÍTICA INTERNACIONAL

Las mil caras de la ultraderecha global: del libertarismo de Milei al proteccionismo de Le Pen

Analizamos qué une y qué separa a los principales partidos nacional-populistas con Jean-Yves Camus, Guillermo Fernández-Vázquez y Miguel Urbán

Meloni, Milei, Trump, Abascal, Le Pen y Orban lideres ultraderecha

Meloni, Milei, Trump, Abascal, Le Pen y Orban lideres ultraderecha / Nacho García

Mario Saavedra / Nacho García

¿Cómo es posible que los miles de asistentes al cónclave de la ultraderecha en Madrid del pasado mayo aplaudieran a la vez un discurso en que el argentino Javier Milei defendía la reducción del Estado y la privatización de lo público, y a la francesa Marine Le Pen, que propone más proteccionismo económico para las empresas francesas? ¿O al húngaro Víktor Orbán, que ha sido la piedra en el zapato de la UE por su visión favorable de la Rusia de Putin, y al polaco Mateusz Morawiecki, pro-ucraniano y otanista hasta el tuétano?

No hay una, sino muchas ultraderechas en el mundo. “No existe una internacional de extrema derecha, si por eso entendemos una red organizada con un centro de decisión, una jerarquía y una base ideológica común”, apunta a El Periódico de España, del Grupo Prensa Ibérica, el politólogo Jean-Yves Camus, analista del Instituto de Relaciones Internacionales y Estratégicas de París y autor de ‘Las extremas derechas en Europa’. Lo que hay, eso sí, son muchos intentos de coordinar a todos esos partidos para acabar con el enemigo común del socialismo, la progresía y el globalismo. Los republicanos estadounidenses organizan la Conferencia Política de Acción Conservadora (CPAC) donde asisten los grandes líderes globales de ultraderecha. Vox hizo lo propio con la convención Europa Viva 24. Hay otros cónclaves, como el Foro de la Familia…

Tratan de aprovechar la incercia del ascenso de los partidos de la derecha radical. En las últimas elecciones europeas dieron la campanada, llevándose uno de cada cuatro escaños del próximo Parlamento Europeo. Alternativa por Alemania (AfD), partido de orígenes neonazis, quedó segunda fuerza, por encima de los socialdemócratas. El Partido de la Libertad de Austria (FPO), con lazos estrechos con la Rusia de Vladímir Putin, fue primero en su país. Reagrupamiento Nacional (RN) de Marine Le Pen humilló al de Emmanuel Macron y le dobló en votos, forzando un adelanto electoral, con una propuesta proteccionista, nacionalista y anti-inmigración. Otros subieron menos de lo esperado, como Vox en España, o incluso cayeron, como los xenófobos nórdicos Partido de los Finlandeses, Demócratas de Suecia o Nueva Derecha. 

“Lo que les une a todos es que se definen como patriotas de una nación que entienden como una esencia que pertenece al grupo nativo”, apunta Guillermo Fernández-Vázquez, autor del libro ‘Qué hacer con la extrema derecha en Europa’ y profesor de Ciencia Política en la Universidad Carlos III de Madrid. “Hablan de la patria como de una casa: algo que se hereda de los padres y que hay que cuidar y legar a los hijos. Y en la que no se deja la puerta abierta: puede haber invitados o huéspedes, pero hay que defenderse de los intrusos”. La lucha contra la inmigración ilegal y la islamofobia están en el centro de casi todos los movimientos ultraderechistas en auge, desde el nuevo Partido Republicano estadounidense de Donald Trump al Partido por la Libertad del holandés Geert Wilders, los Hermanos de Italia de Giorgia Meloni o el español Vox.

El ex eurodiputado de La Izquierda Miguel Urbán añade otro factor de semejanza, una suerte de propuesta de vuelta a un pasado mejor. “Les une un reaccionarismo que quiere volver al pasado de seguridades conocidas en el que no existía el cambio climático, se podía gastar toda la gasolina o el pesticida que se quisiera, no se cuestionaba el género y las clases medias no estaban precarizadas”, afirma el también autor del libro ‘Trumpismos: Neoliberales y Autoritarios’. “Y proponen recetas pasadas para evitar que se llegue a un mundo futuro que dibujan como inseguro y distópico”.

Diferencia 1: Más Putin o más atlantismo

Los lazos de varios de los partidos más importantes de la ultraderecha con la Rusia de Vladímir Putin han sido muy profundos. El ejemplo emblemático es el Partido de la Libertad de Austria (FPO). Dos años después de la anexión ilegal de Crimea por Rusia, el FPO firmó un acuerdo de colaboración con el partido de Vladímir Putin, Rusia Unida. Lo mismo hizo la Liga Norte, cuyo líder, Matteo Salvini, llegó a lucir con orgullo en los mítines camisetas del líder ruso. El húngaro Víktor Orbán, del Fidesz, ha bloqueado o licuado muchos de los paquetes de sanciones de la UE contra Rusia y ha anunciado este domingo la creación de una alianza política con el partido Fidesz y con el populista partido checo de la Alianza de Ciudadanos Descontentos (ANO) de Andrej Babis, prolegómeno de Patriotas por Europa, un nuevo bloque de derechas en el Parlamento Europeo.

Le Pen, por su parte, acudió a un banco ruso cercano al Kremlin para obtener un crédito de nueve millones de euros, después de que se lo denegaran las entidades financieras francesas. Ideológicamente, muchos de esos partidos se sienten próximos al conservadurismo social de raíces cristianas que promueve Putin.

Pero la invasión rusa de Ucrania de 2022 obligó a muchos de ellos a reposicionarse sutil y gradualmente, o a esconder su cercanía ideológica al Kremlin. Es muy difícil gobernar un país de la UE y ser muy cercano a un líder que muchos consideran la principal amenaza geopolítica para la estabilidad del continente. 

La italiana Giorgia Melonifenómeno en la ultraderecha europea porque dirige la tercera economía de la eurozona, se ha posicionado claramente en el atlantismo y con la OTAN y Bruselas. Ha firmado un acuerdo de seguridad con Kiev y ha dado el visto bueno al envío de miles de millones a Ucrania para defenderse de la invasión rusa. Otros, como los ultras polacos, han estado siempre de ese lado, entre otras cosas porque comparten frontera con Rusia y estuvieron bajo el yugo de la Unión Soviética cuyo espíritu imperialista quiere resucitar Putin. 

“Creo que la cuestión geopolítica es lo que más separa a los distintos partidos de ultraderecha, en función de su mayor o menor grado de atlantismo y pro-rusismo, y eso les impide formar un grupo más homogéneo dentro del Parlamento Europeo”, opina Fernández-Vázquez. El Grupo europarlamentario de los Conservadores y Reformistas Europeos (CRE), incluye a Vox, Hermanos de Italia, el polaco Ley y Justicia (PiS) o Demócratas de Suecia, entre otros. Todos atlantistas. El de Identidad y Democracia, con Reagrupamiento Nacional, el FPO o el Partido por la Libertad holandés, promueven una posición menos cercana a Washington. El tercer grupo lo formarán los alemanes de AfD con partidos menores como el español Se Acabó la Fiesta, según informa Der Spiegel. 

El líder de Vox, Santiago Abascal, cede el paso al presidente argentino. | Efe MADRID, 19/05/2024.- El líder de Vox, Santiago Abascal (i), junto a Javier Milei (d), presidente de Argentina, tras su intervención en la convención política de Vox "Europa Viva 24".

El líder de Vox, Santiago Abascal, cede el paso al presidente argentino. | Efe MADRID, 19/05/2024.- El líder de Vox, Santiago Abascal (i), junto a Javier Milei (d), presidente de Argentina, tras su intervención en la convención política de Vox "Europa Viva 24". / EFE

El argentino Javier Milei es claramente pro-ucraniano. Ha recibido de Volodímir Zelenski la Orden de la Libertad. Esto no es menor, en un contexto regional de líderes como Luiz Inácio Lula da Silva que promueven una cierta equidistancia negociadora. 

Y luego está Donald Trump, que consiguió la presidencia en unas elecciones de 2013 ensombrecidas por la interferencia rusa y que sufrió un proceso de destitución (impeachment) por presionar al presidente ucraniano durante su presidencia. El mismo que amenaza con que Estados Unidos abandone a sus socios de la OTAN en caso de ataque ruso y habla maravillas del presidente Putin. 

Diferencia 2: Liberalismo contra proteccionismo

La ultraderecha europea es esencialmente proteccionista y aplica el nacionalismo y el populismo económico en sus programas, aunque con matices y luchas internas. 

La más emblemática es la de Vox. El representante del ala más liberal en lo económico del partido, Iván Espinosa de los Monteros, salió tras lo que se interpretó como un pulso interno con Jorge Buxadé, que representa las raíces más “filo-falangistas” del partido, en palabras del economista Juan Ramón Rallo. 

En la misma línea, Hermanos de Italia, por ejemplo, ofrece un mensaje de nacionalismo económico que combina neoliberalismo con proteccionismo. Menos impuestos y, a la vez, más inversiones en infraestructuras. Pero, sobre todo, defensa desde el Gobierno de las empresas italianas frente a las internacionales. Una protección que también es clave en el programa de la francesa Marine Le Pen, cuyo delfín, el joven Jordan Bardella, puede convertirse en el próximo primer ministro de Francia. Quieren llevar a cabo un plan de reindustrialización con un “Estado-estratega” que privilegie la economía real frente a las finanzas especulativas. En la derecha más extrema, el AfD alemán propone directamente romper con el euro y crear un salario mínimo. 

“Hay una novedad, y es que Javier Milei está marcando tendencias con su discurso, ya no es un verso suelto: sus ideas están ganando peso sobre las más estatistas que dominaron en la década pasada por el contexto internacional de recortes y crisis, de un Estado que te encierra en casa por la pandemia y te fríe a impuestos”, argumenta Fernández-Vázquez. 

Giorgia Meloni, primera ministra de Italia.

Giorgia Meloni, primera ministra de Italia. / AP

“No hay mucho en común entre Marine Le Pen, que quiere un Estado intervencionista, y el libertario Milei. Los populistas escandinavos quieren mantener un modelo social que proteja a las personas mayores y a los trabajadores, siempre que no sean extranjeros”, añade Camus. “Los partidarios de la ideología libertaria son pocos y los que existen en la República Checa o Polonia (dentro del partido Confederación) o en los países bálticos se deben principalmente a que, para ellos, cualquier política redistributiva del Estado, cualquier limitación de la competencia, les recuerda a “socialismo”, es decir, comunismo”.

Diferencia 3: Conservadurismo social con matices

El nivel de conservadurismo moral distingue también a la ultraderecha global. Alice Weidel, líder de Alternativa por Alemania, es lesbiana. Pim Fortuyn, el político holandés islamófobo, asesinado en 2002, también fue homosexual y el precursor de la ultraderecha de Países Bajos que ahora es mayoritaria. El partido de Marine Le Pen es la opción preferida para la comunidad LGTBI en Francia. El 22% de los encuestados votarían por Reagrupamiento Nacional, seguido del 19% que lo haría por el de Emmanuel Macron. La misma Le Pen da libertad de voto a sus diputados en los temas de ideología personal, como cuando se votó la inclusión del aborto como derecho constitucional. Hay quien dice que da una imagen feminista.

Lo mismo ocurre con los populistas de derechas del norte de Europa. Son laxos en el matrimonio homosexual o temas sociales como el aborto. Eso los distingue claramente de partidos en los que la familia tradicional está en el centro, como los de Meloni, Vox o el PiS polaco. 

Marinne Le Pen.

Marinne Le Pen. / EFE

Milei en este sentido es una anomalía liberal. Ha prohibido el uso del lenguaje inclusivo y la perspectiva de género. Está a favor de la venta de órganos propios, pero en contra del aborto. Es más bien un paleolibertario, una ola política de los ochenta en Estados Unidos que quería unir libertarios y conservadores. 

“Lo que une a todos estos nacionalistas antiliberales es precisamente el nacionalismo, la oposición a la inmigración no europea, a la sociedad multicultural, la creencia de que hay un choque de civilizaciones con el Islam y, en muchos casos, pero no en todos, un conservadurismo social (oposición a los derechos LGTB, al wokismo, limitación de los derechos de las mujeres)”, concluye Jean-Yves Camus. “Pero cuanto más poderosos se vuelven los partidos de extrema derecha, más abandonan la ideología y más abarcan”. Los partidos de ultraderecha global están ideológicamente en movimiento.