Elecciones EEUU 2024

Así es Kamala Harris, la candidata que ha reinventado la opción demócrata para batir a Trump

El discurso este jueves en la convención de Chicago culminará la presentación de una mujer que llama a las puertas de la Historia

La vicepresidenta Kamala Harris, en un acto de campaña en Milwaukee el pasado 20 de agosto.

La vicepresidenta Kamala Harris, en un acto de campaña en Milwaukee el pasado 20 de agosto. / JACQUELYN MARTIN / AP

La historia política de Estados Unidos está llena de fenómenos en apariencia meteóricos tras los que, en realidad, siempre hay un largo camino labrado poco a poco, con pasos calculados, esfuerzos y alianzas, tropiezos y retrocesos pero una determinación guiada por la mirada puesta en la meta. Hoy, ese fenómeno es Kamala Harris.

La vicepresidenta cierra este jueves por la noche la convención nacional demócrata en Chicago con el discurso formal de aceptación de la nominación presidencial del partido para las elecciones del 5 de noviembre, una candidatura que le mide a Donald Trump y que se ha gestado en solo un mes tras la renuncia de Joe Biden. Representa un momento clave en esta carrera extraordinaria. 

Es la oportunidad para Harris de presentar no ya solo a los demócratas, sino a todo el país y el mundo, su propia historia personal, su visión y su propuesta política, elementos que marcan un nuevo principio para el Partido Demócrata y que, también, reafirman la emancipación de una mujer de 59 años acostumbrada a marcar hitos que ahora toca con fuerza a las puertas de la Historia, con mayúsculas.

La sonrisa

Harris, de 59 años, ha devuelto a la política demócrata, aletargada cuando su líder era un hombre de 81 años, la sonrisa sin complejos, un entusiasmo que estaba ausente y un proyecto que enlaza con la idea de “esperanza” y “cambio” que marcaron la campaña de otro presidente que derribó la barrera racial en el Despacho Oval: Barack Obama. 

Él primer presidente negro del país es su amigo y aliado desde que en 2004 ella organizó un acto de recaudación de fondos en California para su carrera al Senado y cuando en 2008 fue una de los primeros cargos electos demócratas en volcarse de lleno para llevarlo a la Casa Blanca. Ahí Obama descubrió a una mujer “inteligente como el demonio”.

Su historia personal

Como Obama, Harris viene de una familia mixta, en su caso de dos inmigrantes: un padre de Jamaica, economista de izquierdas, y una madre de la India, investigadora biocientífica. Fue esa madre la mujer que, tras mudanzas por varios estados del país y un divorcio en los años 70, regresó a California y luchó como cualquiera en la clase media para criar y sacar adelante sola a la vicepresidenta y su hermana menor, Maya. 

Le gusta recordar que en su infancia la mayor parte del tiempo la pasaron vivieron de alquiler. También rememora a su madre ahorrando más de una década hasta que logró comprar una casa cuando ella era adolescente. Y suele hablar también del trabajo que tuvo en un McDonald’s para sacar algo de dinero para gastos, un sitio donde vio a gente que vivía “nómina a nómina, con dos y hasta tres trabajos para poder pagar el alquiler y la comida”.

Como el expresidente, Harris se ha movido durante décadas en un universo político dominado por hombres blancos, un mundo al que en su caso entró después de pasar por la Universidad Howard, uno de los campus históricos para negros y tras graduarse en Derecho en la universidad estatal de California. Llegaron luego un trabajo en una fiscalía, la primera victoria en las urnas como fiscal de San Francisco en 2003 y, más adelante, hitos y más escalada: fue la primera fiscal general de California negra. Cuando en 2019 hizo un frustrado intento de ser candidata presidencial que abortó antes siquiera de las primarias de Iowa, dejó voluntariamente en segundo plano su historia en esos cargos. Hoy, enfrentada a un rival republicano que es también un convicto por lo penal, lo esgrime como un activo importante, como una medalla de honor. 

Harris llegó también al Senado en Washington, donde su brillante desempeño como interrogadora le hizo una estrella para los progresistas. Y, tras la campaña presidencial fallida, fue seleccionada por Biden como la primera vicepresidenta negra y con raíces en Asia en la historia de EEUU.

Esos tres años y medio a la sombra de Biden han sido, posiblemente, los más bajos de la vida pública de Harris, cuestionada como ausente e inconsecuente en una oficina que rara vez tiene consecuencias, con difíciles misiones encomendadas como liderar un frustrado esfuerzo por reavivar los derechos de voto que han hecho retroceder los republicanos y el Tribunal Supremo conservador o, sobre todo, atajar en Centroamérica las causas raíces de la inmigración, siempre una bomba de relojería política en EEUU. 

Algunos traspiés propios, especialmente una entrevista temprano durante el mandato de Biden precisamente sobre inmigración, le volvieron cautelosa. Pero mientras lo focos no la apuntaban Harris también iba labrando su camino, volcándose en la política exterior con decenas de viajes y cientos de reuniones con líderes extranjeros, Y cuando el Supremo derogó la protección constitucional del derecho al aborto, se convirtió con pasión y eficacia en la más importante voz de la Administración para liderar la lucha por los derechos reproductivos. ´

Harris, que como vicepresidenta y ahora como candidata ha ido dejando atrás algunas de sus posiciones más progresistas (como la sanidad pública universal o el veto al ‘fracking’), no es destacada por su oratoria sino por su fuerza en los pequeños momentos. En las cuatro últimas semanas, no obstante, cada vez se muestra más cómoda y más exultante. Ha convertido lo que Trump y los republicanos atacan de ella en bazas a su favor. Y puede no hablar como sus amigos, los Obama, que el martes en la convención elevaron su candidatura a la vez que demolían a Trump, pero ha logrado conectar. Y hay algo etéreo que atrapa: como han escrito en ‘The New Yorker’, “los gestos, y esa sonrisa, te piden que confíes en lo que ves más que en lo que oyes”.

Lo que puede ser, libre del peso de lo que ha sido

La convención, antes de que ella cuente su propia historia, ha servido además para que otras voces presenten a esta mujer que aún es una gran desconocida para muchos estadounidenses. Y, además de los Obama, poco han ayudado a hacerlo mejor que Doug Emhoff, su esposo desde hace 10 años (un aniversario que se cumple precisamente este jueves), y Cole, uno de los dos hijos del primer matrimonio de él para los que Harris es ‘Momala’. “Puede que no tengamos el aspecto de otras familias de la Casa Blanca, pero estamos listos para representar a todas las familias de EEUU”, dijo su hijastro.

Emhoff, que la conoció después de que le dieran su teléfono para una cita a ciegas, la describió el martes como una “guerrera alegre” y aseguró que “ está haciendo por su país lo mismo que ha hecho siempre por la gente que quiere”. Habló de ella como alguien con “pasión” que “busca justicia con alegría” y “se planta ante los bulliies”. Y defendió que “su empatía es su fuerza”.

Shepard Fairey, el mismo artista gráfico que creó el icónico cartel de “Hope’ de Obama, ahora ha hecho una versión para Harris donde la palabra central es “Forward” (Adelante). Y ese es más que un eslogan para la campaña demócrata, para la candidata, para el país. Es perfecto para una mujer que encarna una de sus frases más repetidas y virales, una que insta a “creer en lo que puede ser, libre del peso de lo que ha sido”. Ella lo ha hecho.

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